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Ecuador nació a la sombra de las espadas, como dice Benítez y los militares han sido determinantes en su historia. El primer presidente fue militar; durante el siglo XIX la mayoría de gobernantes fueron militares, no siempre por golpes de Estado. Algunos escogidos por el Congreso o por una Constituyente. Ya en el siglo XX, la presencia militar continuó fuerte. El propio general Alfaro fue electo presidente dos veces por una constituyente.
Desde la década de los sesenta, la presencia de los militares en la política ha sido más corporativa. Las dictaduras militares no eran personales, sino expresión de las Fuerzas Armadas. La dictadura militar del general Guillermo Rodríguez Lara se denominaba “Gobierno Revolucionario y Nacionalista de las Fuerzas Armadas”. Esa presencia corporativa más directa se ha dado de diversas formas. Cuando han sido dictadores, los militares lograron presencia en prácticamente todas las entidades que manejan los recursos estatales: la corporación petrolera, las empresas eléctricas, etc. También llegaron a tener como treinta y dos empresas propias, la mayoría de las cuales no son públicas, sino privadas, en las cuales los militares tienen acciones, como el caso del hotel Marriott en Quito que se construyó en los terrenos del Colegio Militar.
El Gobierno más progresista que tuvo el Ecuador en los últimos cincuenta años ha sido el del general Rodríguez Lara. En esos años, como estudiante universitario, aguanté unas cuantas palizas, detenciones y gases lacrimógenos, porque protestábamos contra la dictadura; pero en realidad hizo un gobierno tolerante; jamás se exilió ni pidió guardia especial. Vive sencillamente y ahora se pasea a sus ochenta años por las calles, vive muy modestamente porque jamás se enriqueció con el poder. La gente lo saluda con cariño porque reconoce que fue un dictador progresista. Los nexos del petróleo empujaron a la modernización desplegada por Rodríguez, pero ciertamente los recursos fueron intencionalmente utilizados para robustecer el Estado. No sólo fue el producto de un crecimiento económico natural o vegetativo. Hubo una política de canalizar los recursos para organizar la producción petrolera en manos del Estado: producción, comercialización, exploración, oleoducto, refinería, etc. Hay que reivindicar ese gobierno militar progresista.
Los militares ecuatorianos se consideran progresistas, distintos de aquellos del Cono Sur, cuyos gobiernos fueron ferozmente represivos. Son más abiertos, más democráticos, no tienen conceptos “gorilas”. Genuinamente les horroriza la represión en las proporciones que se ha dado en otros lugares. Pero tienen la misma formación asentada en la llamada “doctrina de la seguridad nacional”, que ha sido un instrumento de penetración imperial en todo el continente.
La tendencia progresista de nuestros militares no debe asumirse que es para siempre. Debe mantenerse y cultivarse, justamente porque ha coexistido con planteamientos contrainsurreccionales y de aplicación de la “doctrina de la seguridad nacional”. Hoy está a prueba frente a las presiones del llamado “Plan Colombia” y los planes del Gobierno estadounidense sobre nuestra subregión.”
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