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Para poder comenzar a hablar de los primeros eventos, nos tenemos que remontar a la Grecia Clásica, una sociedad en la cual la vida giraba en torno al tiempo libre, pues el ocio aliviaba sus estradas vidas; la cultura, que les nutría de conocimientos; la religión, festejando todo lo relacionado con sus creencias; y el deporte (los juegos Olímpicos), que era el canal donde se incluía todo lo anterior. Esta necesidad de unir oferta y demanda, así como de conectar a los individuos, hizo que se originaran los primeros eventos corporativos tal y como los conocemos.
Tanto es así, que el mismísimo Carlomagno definió las ferias como el mejor medio de comunicación comercial. De hecho, la Carta Magna incluía una cláusula mediante la cual se permitía el libre tránsito a los habitantes mientras el motivo sea viajar de feria en feria.
En lo que respecta al concepto, la palabra “evento” procede del latín eventus, que significa “acaecimiento o cosa que sucede”. Esta palabra fue usada por primera vez en la ciudad fenicia de Tiro, donde los romanos empezaron a verbalizarla a fin de destacar su potencial comercial y la conquista de nuevos mercados. Así, de las olimpiadas griegas a las bacanales romanas, los eventos han estado presentes en todas y cada una de las etapas de nuestra civilización.
A lo largo de la historia, vemos que los eventos siempre han existido, aunque concebidos de formas distintas. Para los profesionales de los eventos corporativos, de las cosas más gratificantes que supone nuestro trabajo, es hacer que las cosas sucedan.
El primero de los eventos corporativos de la Era Moderna
A raíz de la Revolución Industrial, Inglaterra necesitó poder mostrar al mundo su potencial comercial, a fin de lanzarse a la conquista de nuevos mercados. En plena transformación del mapa político en Europa, surgió la idea de organizar una feria en Londres.
Liderada por el Príncipe Alberto, esta feria recibió el nombre de Gran Exhibición de Trabajos Industriales de Todas Las Naciones, más comúnmente llamada “Expo del Cristal Palace”. Así, en 1851 nació la primera Expo Universal.
Por supuesto, dio mucho de qué hablar, y no defraudó a nadie en cuanto a alarde de ostentosidad. El lugar donde se celebró el evento fue un pabellón transparente, formado por 900.000 piezas de cristal (lo que le dio también el sobrenombre de “la Expo del palacio de Cristal”). En total, asistieron 19.937 empresas, de las cuales 7.000 vinieron desde Estados Unidos. Todo un récord nunca visto hasta el momento.
Esta Expo fue toda una obra maestra de la arquitectura. Su artífice, J. Pastón, descartó la decoración para dar un mayor protagonismo a los árboles interiores, que daban sensación de verticalidad. Más tarde, los colectivos ecologistas impidieron que estos árboles se retiraran. En la estructura se utilizaron elementos prefabricados, los cuales tuvieron que montarse y desmontarse con gran rapidez. Esto es algo que, hoy en día, ya lo tenemos por costumbre en todos nuestros eventos.
La historia de la Expo Universal continúa
Abrumados por el éxito alcanzado en Londres, dos años más tarde, los expositores americanos que asistieron a la “Expo del Cristal Palace” quisieron organizar la segunda edición en Nueva York. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, llegando a acumular una deuda de más de $300.000 de la época.
Más tarde, París decidió abanderar una tercera edición. Así, en 1889 y tras una inversión de $5.000.000, la Torre Eiffel acogió a 21.000 expositores. Para poder celebrar el evento, Gustav Eiffel tuvo que hacer algunos ajustes en la cimentación de los 300 metros de estructura para solventar los posibles peligros del viento, el agua y las grandes aperturas.
Hoy en día, la Torre Eiffel, que tenía previsto desmontarse según finalizase la Expo, se ha convertido en un símbolo de la ciudad y del país, y por eso se decidió dejarla tal cual. Ya no sólo por su valor turístico y simbólico, sino por ser toda una obra de ingeniería moderna.
Como podemos ver, las Exposiciones Universales han supuesto un enorme impacto social y económico en el país donde se realizan. Y todo tiene un origen, pues la exhibición de productos y servicios fomenta el intercambio de innovaciones tecnológicas y, en definitiva, el enriquecimiento propio entre culturas.
Desde los inicios hasta ahora, lo que sí tenemos claro es que algo tiene que suceder para que la sociedad crezca y se desarrolle. Ya sea una fiesta, un concierto o una reunión, los eventos corporativos sirven para que podamos compartir momentos, conocer otros sectores profesionales, vender cualquier producto o servicio y, en definitiva, ser parte de una sociedad. Tal es la importancia de los eventos que, hoy en día, podría decirse que se han convertido en la columna vertebral del significado de “vida social”.
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