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Ariadna, hija del rey Minos de Creta, se enamoró de Teseo a primera vista. Él llegó a la isla del Mediterráneo para terminar con el temible Minotauro: una bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro. El monstruo vivía en un obscuro y complejo laberinto diseñado por Dédalo, del cual ningún hombre o mujer salía con vida. Teseo, con valentía, se enfrentó al Minotauro hasta matarlo y con la ayuda de un hilo de oro, escapó del laberinto hasta encontrar la libertad. El hilo (artilugio y estrategia) fue un obsequio de Ariadna para el joven héroe, contraviniendo la voluntad de su propio padre, el rey.
Al salir Teseo triunfante del laberinto, éste le pidió a Ariadna acompañarlo hasta su remoto país de origen. Ambos escaparon en barco, dejando tras de sí una legión hostil de cretenses que reclamaban a Ariadna la vida de Teseo, su amado, por haber liquidado al príncipe semi-humano. Mientras navegaban juntos, Ariadna estaba convencida de haber ganado el corazón de su héroe gracias a su inteligencia, lealtad y amor. Después de todo, ella había traicionado a sus compatriotas para salvar la vida de Teseo. Ariadna pensó que sería el inicio de vida larga y feliz vida al lado de su amado.
Hasta este punto la historia se desarrolla razonablemente bien -con excepción, por supuesto, para el Minotauro y el rey. Sin embargo, como sucede en muchos otros mitos y leyendas, la fatalidad llega justo cuando el color rosa inunda el horizonte.