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De la Décima a la Undécima va un número. El 4, el de Sergio Ramos, el del hombre que besó el cielo de Lisboa y conquistó el suelo de Milán. Como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si el balón colgado fuese el mismo, da igual con la cabeza que con los tacos, pero siempre con el alma. El gol de Ramos, el gol de la final, el gol de la Décima, el gol de la Undécima. El hombre que levantó la Champions al cielo de San Siro, más que un héroe en la historia del Real Madrid.
Quien después de lo de Lisboa creyera que no había una forma más agónica de ganar una Champions o cruel de perderla no sabía lo que iba a pasar esta noche en San Siro. Para el Atlético es un sufrimiento continuado, no sólo por la tercera final consecutiva perdida entre tanta crueldad, es que el ladrón de las dos últimas Copas de Europa ha sido el eterno rival, el vecino del once.
El penalti de Juanfran al palo está en la historia negra del Manzanares. Él, que tanto había celebrado su lanzamiento contra el PSV, él, admirado y adorado en el Calderón, tuvo que ser el que negara la gloria a su equipo.
Falló, el único, y una milésima de segundo después Cristiano lo entendió todo. El máximo goleador de la historia del Real Madrid necesitaba una guinda al pastel. Dio un paso hacia el área, hacia el punto de penalti, hacia la retina de todos los madridistas del planeta, hacia la memoria del fútbol, hacia la Historia del Real Madrid. Marcó, venció, un grito recorrió la nación blanca, sin territorio pero con bandera, un "Goooooooool" de los que se atrancan en la garganta y acaban en gallo o lágrima. Un grito de campeón.
El partido fue tenso y pudo caer en los 90 minutos hacia cualquier lado. Bale, enchufadísimo, dio el primer susto con un zapatazo de falta que tocó Benzema y sacó Oblak, un hombre al que los milagros se le agotaron en la tanda de penaltis pero que fue gigante con la bola en juego.
Pero el Madrid avisa una y no más. En el 15' Kroos botó una falta que peinó Bale y que rozó con los tacos, en fuera de juego, Sergio Ramos. La bola se resbaló por el costado de Oblak y acabó en la red. Otra vez el de Camas, ahora capitán, otra foto de Champions.
Pudo matar el Madrid, pero empezó a cavar la trinchera y se escondió en ella. Donde antes tocaba y jugaba al escondite con la bola mientras el Atlético correteaba en un pilla-pilla sin premio, ahora eran los de Simeone los que dominaban y encerraban a los de Zidane. Pero hasta que en el descanso no salió Carrasco no cambió la historia.
Tardó un minuto el Atlético en demostrar que quería la Copa de Europa. Pepe derribó a Torres y el colegiado señaló penalti. Griezmann se acercó a la bola con la imagen de Keylor deteniendo su penalti en Liga en el Calderón y la reventó al larguero. Donde otro equipo se hubiera hundido, el equipo no dejó de creer, fiel a su creencia aunque con otro estilo. El Madrid le obligó a ser Barça y Bayern contra Atlético.
Perdonó el Madrid. Modric volvió a ser Baryshnikov mientras tuvo piernas para ello. Dejó a Benzema solo frente a Oblak, pero el galo se estrelló en un muro infranqueable. Como Cristiano, quien olvidó por un momento que las bicicletas son para el verano y no cuando puedes definir el 2-0 y finiquitar una final. Y la salida de Kroos dejó desequilibrado al Madrid.
Se acercaba el final por en la mente rojiblanca sólo pasaba una venganza de Lisboa con todas las de la ley. No fue lo mismo en el 93' que en el 79', pero el gol de Carrasco dejó tocado al Madrid y al madridismo, que se vino abajo pensando en todas las veces que ellos se habían reído del amigo, del vecino, del compañero de clase, temiendo ser ahora objeto de burla para la eternidad.
Pero el marcador no se movió hasta los penaltis y la historia se hizo Historia. Lucas, Marcelo, Bale, Ramos y Cristiano, cinco lanzamientos para siempre, cinco tiros que el madridismo recordará toda la vida. Había mucho en juego y muchas gargantas secas hasta el fallo de Juanfran.
Al Atlético no le quedará consuelo. La Liga de Campeones seguirá siendo su obsesión. En los manuales de la vida se dice que el amor es más intenso antes de consumarlo. En esos momentos en los que recuerdas el sabor a la miel de sus labios y sueñas con la siguiente dosis de su beso. El Atleti sigue enamorado de la Champions y no parará hasta levantarla en volandas.
Pero la historia es blanca. Una temporada que empezó 'Highway to hell' termina 'Stairway to heaven'. No, no iba a durar dos años. Sigue siendo posible que dure toda la vida. El madridismo dormirá en el Undécimo cielo.