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5
Al
tocar tierra, la tormenta pierde el contacto con el agua cálida que
necesita para seguir su desarrollo y rápidamente se debilita. Muchos
ciclones muy poderosos se desintegran rápidamente en áreas de baja
presión a uno o dos días de tocar tierra. Sin embargo, hay posibilidades
de que un huracán se pueda regenerar si logra volver a salir a mar
abierto. Si una tormenta pasa por un área montañosa, se debilitará
rápidamente aunque el contacto sea breve. Esta última es, sin embargo,
la causa de muchas muertes relacionadas con huracanes, ya que la
tormenta traería lluvias torrenciales que pueden desencadenar
deslizamientos.
El huracán permanece mucho tiempo en una misma área de agua, consumiendo todo el calor superficial disponible.
El huracán experimenta cizalladura, que provoca una pérdida de dirección de la convección desintegrando su estructura
Si la tormenta es débil, puede ser absorbida por otra área de baja presión, con la que se fusionaría para formar un área mayor de tormentas no-ciclónicas.
El huracán se traslada a aguas más frías, pierde sus características tropicales y se convierte en un ciclón extratropical.
Aun después de que un ciclón haya perdido sus características tropicales o se haya disipado, puede producir vientos poderosos y lluvias copiosas.
Cualquier ciclón tropical en mar abierto puede aumentar el tamaño del oleaje, y lluvias y vientos muy fuertes que pueden afectar embarcaciones e incluso a hundirlas. Sin embargo, los efectos más devastadores de una tormenta de esta naturaleza ocurren cuando llegan a tocar tierra.
Un huracán que afecta tierra firme puede provocar daño en cuatro formas diferentes :
Viento: los vientos de un huracán pueden dañar o destruir completamente vehículos, edificios, caminos, etc., además de convertir desechos y escombros en proyectiles que son lanzados al aire a gran velocidad.
Marea: los huracanes producen un incremento en el nivel del mar, que puede inundar comunidades costeras. Este es el efecto más dañino, ya que el 80% de las víctimas de un ciclón mueren en los lugares donde estos tocan tierra.
Lluvia torrencial: las precipitaciones intensas pueden provocar deslaves en zonas montañosas, además de desbordar masas acuáticas cercanas.
Tornados: la rotación contínua de un huracán muchas veces fomenta la formación de tornados. Aunque estos tornados normalmente no son tan fuertes como sus contrapartes no-tropicales, pueden provocar graves daños.
Muchas veces, después del paso de un ciclón, los efectos secundarios de estos siguen afectando a la población. Estos incluyen:
Epidemias: el ambiente húmedo que queda tras el paso de un huracán, combinado con la destrucción de instalaciones sanitarias y un clima cálido puede inducir epidemias que pueden seguir cobrando vidas por mucho tiempo.
Apagones: los ciclones tropicales muchas veces provocan apagones masivos que dificultan la comunicación y obstaculizan los esfuerzos de rescate.
Dificultades para la transportación: las tormentas dañan puentes y carreteras, complicando los esfuerzos para transportar alimentos, agua para consumo humano y medicamentos a las áreas que lo necesitan.
El huracán permanece mucho tiempo en una misma área de agua, consumiendo todo el calor superficial disponible.
El huracán experimenta cizalladura, que provoca una pérdida de dirección de la convección desintegrando su estructura
Si la tormenta es débil, puede ser absorbida por otra área de baja presión, con la que se fusionaría para formar un área mayor de tormentas no-ciclónicas.
El huracán se traslada a aguas más frías, pierde sus características tropicales y se convierte en un ciclón extratropical.
Aun después de que un ciclón haya perdido sus características tropicales o se haya disipado, puede producir vientos poderosos y lluvias copiosas.
Cualquier ciclón tropical en mar abierto puede aumentar el tamaño del oleaje, y lluvias y vientos muy fuertes que pueden afectar embarcaciones e incluso a hundirlas. Sin embargo, los efectos más devastadores de una tormenta de esta naturaleza ocurren cuando llegan a tocar tierra.
Un huracán que afecta tierra firme puede provocar daño en cuatro formas diferentes :
Viento: los vientos de un huracán pueden dañar o destruir completamente vehículos, edificios, caminos, etc., además de convertir desechos y escombros en proyectiles que son lanzados al aire a gran velocidad.
Marea: los huracanes producen un incremento en el nivel del mar, que puede inundar comunidades costeras. Este es el efecto más dañino, ya que el 80% de las víctimas de un ciclón mueren en los lugares donde estos tocan tierra.
Lluvia torrencial: las precipitaciones intensas pueden provocar deslaves en zonas montañosas, además de desbordar masas acuáticas cercanas.
Tornados: la rotación contínua de un huracán muchas veces fomenta la formación de tornados. Aunque estos tornados normalmente no son tan fuertes como sus contrapartes no-tropicales, pueden provocar graves daños.
Muchas veces, después del paso de un ciclón, los efectos secundarios de estos siguen afectando a la población. Estos incluyen:
Epidemias: el ambiente húmedo que queda tras el paso de un huracán, combinado con la destrucción de instalaciones sanitarias y un clima cálido puede inducir epidemias que pueden seguir cobrando vidas por mucho tiempo.
Apagones: los ciclones tropicales muchas veces provocan apagones masivos que dificultan la comunicación y obstaculizan los esfuerzos de rescate.
Dificultades para la transportación: las tormentas dañan puentes y carreteras, complicando los esfuerzos para transportar alimentos, agua para consumo humano y medicamentos a las áreas que lo necesitan.
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8
Para su gestación han de confluir al menos tres factores: que la temperatura del agua sea superior a 28 ºC, para que se produzca su evaporación y condensación en capas superiores; que la evaporación genere un centro de baja presión y que los vientos alisios aporten aire frío en las capas altas de la atmósfera.
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