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Para entender, o intentar comprender, algunos sucesos cotidianos es importante, también, conocer la historia, y en el caso que me propongo comentar es cuasi obligado saber de nuestra propia historia, la Historia de España.
Durante la guerra de Sucesión, toda Cataluña se proclamó partidaria del archiduque Carlos, el heredero de la casa de Austria, en contra de la nueva dinastía, los Borbones. Toda Cataluña excepto Cervera, ya que, desde el primer momento, Cervera apoyó la causa de Felipe V, el duque de Anjou y nieto del rey de Francia, Luis XIV. Con el triunfo del candidato francés las represalias no se hicieron esperar, y Cataluña perdió sus antiguas prerrogativas y sus órganos autónomos de gobierno, mientras que Cervera era recompensada con una espléndida universidad, al tiempo que se cerraban el resto de universidades de Cataluña.
En realidad, la Universidad de Cervera fue un prodigio de innovación. Durante más de cien años de sus aulas salieron importantes personajes, y como ejemplo, sirva el de Balmes, cuya memoria queda preservada con una importante calle en Barcelona.
El aborrecimiento a Felipe V en Cataluña siempre fue tenaz y, parece ser que se mantiene hasta nuestros días, dado el espectáculo recientemente vivido con los abucheos hacia los príncipes de España -que digo yo, qué culpa tendrán ellos-.
Recuerdo la noticia, hace ya varios años, de un hombre de Teruel que, con toda su buena intención, puso un bar en Cervera, al que bautizó como Felipe V ya que observó el magnífico edificio de la antigua universidad y lo relacionó con la magnanimidad del rey. Craso error. Unas veces se encontraba el letrero embadurnado de pintura. Otras veces se lo habían deshecho a pedradas. Al fin comprendió su equívoco, y lo rebautizó, sencillamente, como bar Felipe, zanjándose el malentendido, y no teniendo más problemas de orden incívico.
Cuando me pongo a reflexionar sobre nuestros últimos años, observo -creo que con cabal criterio- que el problema es la falta de madurez de algunas personas. No han sabido evolucionar. No han sabido pasar página al calendario. No han sabido darse cuenta de que los tiempos van cambiando y que algunos hechos históricos merecen ser aparcados, que no olvidados, cubriéndolos con una capa de bálsamo -sirve, también, el de Fierabrás-. Que Felipe V tomara unas decisiones en nada incumbe a nuestro rey actual, o a su posible sucesor, al igual que ningún ciudadano es responsable de lo que hiciera su bisabuelo o tatarabuelo. Sería absurdo plantearlo.
Desgraciadamente, estas posturas carentes de raciocinio suelen ser jaleadas por políticos mal llamados nacionalistas. Gentes de pocos escrúpulos, insolidarios, egoístas, de baja estofa, cuya misión en esta vida, parece ser, consiste en sembrar el odio y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, manipular la Historia, la Historia de todos los españoles. Y cómo no, a río revuelto ganancia de pescadores; porque toda esta vil manipulación tiene como objetivo engordar su ego y, tal y como vemos a diario, engordar sus cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La pregunta que nos tenemos que hacer, que tiene que plantearse nuestra plural sociedad, es cómo librarnos de semejantes individuos que no son más que un cáncer para la comunidad, y cómo vacunarnos contra ellos para que no vuelvan a resurgir.