¿De qué manera la familia refleja el compartir el pan eucarìstico en la cotidianidad?
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Por tanto, se supone que, entre otras cosas, la eucaristía es simplemente una comida familiar, una celebración comunitaria, un lugar, como nuestras mesas de cocina y salas de estar, donde nos reunimos para encontrarnos juntos, para compartir la vida ordinaria, para celebrar acontecimientos especiales con los demás, para consolarnos y llorar juntos cuando la vida esté llena de congoja y de pesar, y para juntarnos sencillamente con ese único fin, el de estar juntos.
“No es bueno que el hombre esté solo”. Dios pronunció esas palabras justamente antes de crear a Eva, y las refirió no sólo a Adán, el primer hombre, sino a todo hombre, mujer, niño y criatura, para siempre en la historia. Nada es una isla, ni siquiera una molécula sola o un átomo. Se supone que todo está en relación. La Eucaristía respeta eso.
Cuando Jesús nos “regaló” la Eucaristía, intentó que fuera un ritual que nos invitara a reunirnos, como una familia se reúne en cualquier circunstancia de nuestra vida. En el ámbito de la fe, igual que en el de la naturaleza, se supone que nos reunimos con otros tanto cuando nos sentimos felices como cuando nos invade la tristeza, cuando la ocasión es festivo-religiosa y cuando es simplemente mundana, cuando celebramos el nacimiento de una nueva vida y cuando enterramos a seres queridos, cuando nos entregamos unos a otros en matrimonio y cuando necesitamos reconciliarnos,
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