• Asignatura: Religión
  • Autor: Iamscar
  • hace 5 años

¿Qué era diferente de la creación del hombre y la mujer a lo demás de la creación?
¿Se aplica esta diferencia solo al hombre o a ambos?

Respuestas

Respuesta dada por: KALED1289
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Respuesta:

Al crear al hombre como varón y mujer, Dios quiso que el ser

humano se expresase de dos modos distintos y complementarios,

igualmente bellos y valiosos. Ciertamente, Dios ama tanto a la mujer como

al varón. Ha dado a ambos la inmensa dignidad de reflejar su imagen.1

¿Qué puede significar esto?

Lo característico de la imagen no consiste en lo que es

materialmente, por expresarlo de alguna manera. Óleo, lienzo y marco no

son esenciales. Lo fundamental de una imagen es que remite a otra cosa

que está más allá de ella. Cuando miro la imagen, reconozco a una persona

o a un paisaje representados en ella.

Así, el ser-imagen-de-Dios expresa que el hombre no está cerrado

en sí mismo. Remite a otro, a su Creador. Está en íntima conexión con

Dios, que entra en la historia a través de él. Si contemplamos el misterio

divino, podemos entrar en nuestro propio misterio.

Ser imagen del Dios del Amor

Dios se nos ha revelado como uno y trino. La Trinidad, podríamos

decir, es la vida interior, la misma intimidad de Dios. Esta vida interior es

un misterio de donación mutua y constante. La primera Persona se nos

muestra como “Padre”, como el “Gran Amante”. Su existencia consiste en

salir eternamente de sí mismo y darse a otro, al Hijo. El Padre es lo que es

por el Hijo. (No hay padre sin hijo.) Su “personalidad” se realiza en ser

Padre del Hijo: está en relación estrecha con otro, con el Hijo, por él, con él

y en él que existe. Asimismo, el Hijo es lo que es por el Padre. Su

“personalidad” consiste sencillamente en ser “Hijo”, en mirar al Padre, y en

corresponder permanentemente al amor que recibe de él. Es por el Padre,

con el Padre y en el Padre. Esta relación amorosa está abierta; en ella cabe

otro, caben otros. Nos lo muestra el Espíritu Santo, a quien algunos

teólogos llamaron el con-dilecto. El Espíritu es, misteriosamente, el mismo

Amor del Padre y del Hijo; procede de ambos como fruto de su donación

mutua. A la vez es el que hace posible la paternidad y la filiación. Por él,

con él y en él, el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre. De este modo,

el Espíritu consume la unidad de las tres Personas divinas; y nos revela que

la esencia de Dios –su vida interior e íntima– es una comunión de amor.2

1

Cfr. Gn 1,26-28. 2

Cfr. 1 Jo 4,16. BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est (25-XII-2005).  

2

El hombre, por ser imagen de Dios, “tiene la dignidad de persona: no

es solamente algo, sino alguien.”3

Es capaz de conocer y amar. Tiene

profundidades impensadas de entendimiento, libertad y creatividad. Es

alguien, en definitiva, cuya dignidad está fundamentada en Dios. “Lo más

profundo, que hay en mí, no procede de mí,” afirma Gabriel Marcel.4

Tradicionalmente, se ha dicho con frecuencia que una dimensión del

hombre, la más noble, sea la imagen divina, que radicaría en el alma y no

en el cuerpo. Esto ha llevado a no pocos autores cristianos a una marcada

tendencia dualista. Algunos recordarán frases como: “a Dios le interesan

todas las almas”, o el hablar de “pecados de la carne” y “pecados del

espíritu”… Hoy se ha superado en buena parte este dualismo. Todo el ser

humano, con su alma y su cuerpo y sus posibilidades de acción, es imagen

de Dios. La imagen divina es constitutiva del hombre, pertenece a la misma

estructura de su ser. No es algo añadido. Dios no crea al hombre, y luego le

da su imagen. El hombre no tiene una imagen de Dios, sino que es imagen

de Dios desde el principio.

El sentido de la sexualidad humana

Es relativamente fácil aceptar que el alma del hombre muestra una

cierta semejanza con lo divino, que puede reflejarse, en ciertas

circunstancias, en la dimensión corporal. La Madre Teresa de Calcuta, por

ejemplo, irradió tanta bondad que el esplendor de Dios se reflejó en su

rostro.

Sin embargo, el cuerpo humano no sólo manifiesta de modo

excepcional, sino siempre la imagen divina. Lo hace precisamente a través

de la sexualidad. Es cierto que la sexualidad, en todas sus manifestaciones,

parece a veces un espejo muy empañado de la gloria divina; pero se trata de

una consecuencia del pecado que confirma la conocida sentencia:

“Corruptio optimi pessima.”

¿Por qué Dios ha hecho al hombre como varón y mujer? ¿Por qué

quiso que el ser humano se expresase de dos modos distintos y

complementarios?5

La procreación no puede ser la única razón, ya que ésta

sería también posible de forma partenogenética o bien asexual, o por otras

posibilidades como las que se pueden encontrar, en gran diversidad, en el

reino animal. Estas formas alternativas son al menos imaginables y darían

testimonio de una cierta autosuficiencia.  

Explicación:

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