¿Qué era diferente de la creación del hombre y la mujer a lo demás de la creación?
¿Se aplica esta diferencia solo al hombre o a ambos?
Respuestas
Respuesta:
Al crear al hombre como varón y mujer, Dios quiso que el ser
humano se expresase de dos modos distintos y complementarios,
igualmente bellos y valiosos. Ciertamente, Dios ama tanto a la mujer como
al varón. Ha dado a ambos la inmensa dignidad de reflejar su imagen.1
¿Qué puede significar esto?
Lo característico de la imagen no consiste en lo que es
materialmente, por expresarlo de alguna manera. Óleo, lienzo y marco no
son esenciales. Lo fundamental de una imagen es que remite a otra cosa
que está más allá de ella. Cuando miro la imagen, reconozco a una persona
o a un paisaje representados en ella.
Así, el ser-imagen-de-Dios expresa que el hombre no está cerrado
en sí mismo. Remite a otro, a su Creador. Está en íntima conexión con
Dios, que entra en la historia a través de él. Si contemplamos el misterio
divino, podemos entrar en nuestro propio misterio.
Ser imagen del Dios del Amor
Dios se nos ha revelado como uno y trino. La Trinidad, podríamos
decir, es la vida interior, la misma intimidad de Dios. Esta vida interior es
un misterio de donación mutua y constante. La primera Persona se nos
muestra como “Padre”, como el “Gran Amante”. Su existencia consiste en
salir eternamente de sí mismo y darse a otro, al Hijo. El Padre es lo que es
por el Hijo. (No hay padre sin hijo.) Su “personalidad” se realiza en ser
Padre del Hijo: está en relación estrecha con otro, con el Hijo, por él, con él
y en él que existe. Asimismo, el Hijo es lo que es por el Padre. Su
“personalidad” consiste sencillamente en ser “Hijo”, en mirar al Padre, y en
corresponder permanentemente al amor que recibe de él. Es por el Padre,
con el Padre y en el Padre. Esta relación amorosa está abierta; en ella cabe
otro, caben otros. Nos lo muestra el Espíritu Santo, a quien algunos
teólogos llamaron el con-dilecto. El Espíritu es, misteriosamente, el mismo
Amor del Padre y del Hijo; procede de ambos como fruto de su donación
mutua. A la vez es el que hace posible la paternidad y la filiación. Por él,
con él y en él, el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre. De este modo,
el Espíritu consume la unidad de las tres Personas divinas; y nos revela que
la esencia de Dios –su vida interior e íntima– es una comunión de amor.2
1
Cfr. Gn 1,26-28. 2
Cfr. 1 Jo 4,16. BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est (25-XII-2005).
2
El hombre, por ser imagen de Dios, “tiene la dignidad de persona: no
es solamente algo, sino alguien.”3
Es capaz de conocer y amar. Tiene
profundidades impensadas de entendimiento, libertad y creatividad. Es
alguien, en definitiva, cuya dignidad está fundamentada en Dios. “Lo más
profundo, que hay en mí, no procede de mí,” afirma Gabriel Marcel.4
Tradicionalmente, se ha dicho con frecuencia que una dimensión del
hombre, la más noble, sea la imagen divina, que radicaría en el alma y no
en el cuerpo. Esto ha llevado a no pocos autores cristianos a una marcada
tendencia dualista. Algunos recordarán frases como: “a Dios le interesan
todas las almas”, o el hablar de “pecados de la carne” y “pecados del
espíritu”… Hoy se ha superado en buena parte este dualismo. Todo el ser
humano, con su alma y su cuerpo y sus posibilidades de acción, es imagen
de Dios. La imagen divina es constitutiva del hombre, pertenece a la misma
estructura de su ser. No es algo añadido. Dios no crea al hombre, y luego le
da su imagen. El hombre no tiene una imagen de Dios, sino que es imagen
de Dios desde el principio.
El sentido de la sexualidad humana
Es relativamente fácil aceptar que el alma del hombre muestra una
cierta semejanza con lo divino, que puede reflejarse, en ciertas
circunstancias, en la dimensión corporal. La Madre Teresa de Calcuta, por
ejemplo, irradió tanta bondad que el esplendor de Dios se reflejó en su
rostro.
Sin embargo, el cuerpo humano no sólo manifiesta de modo
excepcional, sino siempre la imagen divina. Lo hace precisamente a través
de la sexualidad. Es cierto que la sexualidad, en todas sus manifestaciones,
parece a veces un espejo muy empañado de la gloria divina; pero se trata de
una consecuencia del pecado que confirma la conocida sentencia:
“Corruptio optimi pessima.”
¿Por qué Dios ha hecho al hombre como varón y mujer? ¿Por qué
quiso que el ser humano se expresase de dos modos distintos y
complementarios?5
La procreación no puede ser la única razón, ya que ésta
sería también posible de forma partenogenética o bien asexual, o por otras
posibilidades como las que se pueden encontrar, en gran diversidad, en el
reino animal. Estas formas alternativas son al menos imaginables y darían
testimonio de una cierta autosuficiencia.
Explicación: