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En el debate cargado de acrimonia en torno a las consecuencias de la globalización, novelistas y artistas tienden a estar en las filas de quienes no ven nada bueno en ese fenómeno. La globalización, es el argumento más usual, está asfixiando al mundo con insípidos programas de la televisión estadounidense, películas hechas en Hollywood cargadas de violencia, música popular cantada en inglés y malas traducciones de comedias o dramas sin contenido alguno. Entretanto, las tradiciones artísticas locales y las voces linguísticas y culturales propias son echadas a un lado.
Vargas Llosa cuestionó asimismo la idea de que la globalización amenace una "identidad nacional", frecuentemente invocada por quienes se oponen al fenómeno. Este concepto, sostuvo, es "una ficción ideológica" que sirve los intereses del nacionalismo pero tiene poca substancia empírica o histórica. Vargas Llosa recordó a su audiencia en el BID que las culturas están en continua transición y que ninguna ha sobrevivido sin tomar prestado de otras y cambiar con el correr del tiempo. Más todavía, según Vargas Llosa, las corrientes de pensamiento que atribuyen gran importancia a la identidad nacional inevitablemente amenazan la libertad y la expresión individual. "Imponer una identidad cultural a un pueblo es equivalente a aprisionarlo y negar a todos sus miembros la más valiosa de las libertades: la de elegir qué, quién y cómo uno desea ser".
La idea de una identidad nacional es especialmente cuestionable en América Latina, subrayó. Los pasados intentos de definir esa identidad, como los movimientos hispanistas o indigenistas, notoriamente han dejado de reconocer la verdadera diversidad de las influencias culturales y raciales que dan forma a las sociedades de la región. América Latina está históricamente ligada "a casi todas las regiones y culturas del mundo", afirmó. "Y ese hecho, que nos impide tener una sola identidad cultural … es nuestra mayor fuerza, contrariamente a lo que los nacionalistas creen"
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