• Asignatura: Religión
  • Autor: juanavalentina29
  • hace 5 años

escribe los valores de convivencia que Jesús desarrollo en sus discípulos

Respuestas

Respuesta dada por: henryespinozasoto
1

Respuesta:

kzbKsldmcmcm n bncncnxnxxmdlñslslslwjrbtco


Maxeh: das pena
Respuesta dada por: Maxeh
5

Jesús mostró un gran aprecio a la familia, donde se ha de ejercer en primer término la convivencia, con las virtudes que ésta requiere, y donde tiene lugar el primero y principal trato social. Así nos lo muestran aquellos años de vida oculta en Nazaret, de los que el Evangelista resalta, por delante de otros muchos pequeños sucesos que nos podría haber dejado, que Jesús Niño estaba sujeto a sus padres [4]. Debió de ser uno de los recuerdos imborrables de María en aquellos años. Para ilustrar el amor de Dios Padre con los hombres se sirve del amor de un padre para con su hijo (que no le da una piedra si pide pan, o una serpiente si le pide un pez) [5]. Resucita al hijo de una viuda en Naím [6], porque se compadece de su soledad (era hijo único) y de su pena. Y Él mismo, en medio de los sufrimientos de la cruz, vela por su Madre confiándola a Juan [7]. Así lo entendió el Apóstol: y el discípulo, desde aquel instante, la recibió en su casa [8].

Jesús es un ejemplo vivo para nosotros porque debemos aprender a convivir con todos, por encima de sus defectos, ideas y modos de ser. Debemos aprender de Él a ser personas abiertas, con capacidad de amistad, dispuestos siempre a comprender y a disculpar. Un cristiano, si de veras sigue a Cristo, no puede estar encerrado en sí mismo, despreocupado y ajeno a lo que pasa a su alrededor.

También tratamos a personas muy distintas en la propia familia, en el trabajo, en el vecindario…, con caracteres, formación cultural y humana y modos de ser muy diversos. Es necesario que nos ejercitemos en la convivencia con todos. Santo Tomás señala la importancia de esa virtud particular -que encierra en sí otras muchas-, que ordena «las relaciones de los hombres con sus semejantes, tanto en los hechos como en las palabras» [9]. Esta virtud particular es la afabilidad, que nos lleva a hacer la vida más grata a quienes vemos todos los días.

Esta virtud, que debe formar como el entramado de la convivencia, no causa quizá una gran admiración; sin embargo, cuando falta se echa mucho de menos, se vuelven tensas las relaciones entre los hombres y se falta frecuentemente a la caridad; a veces, este trato se torna difícil o quizá imposible. La afabilidad y las otras virtudes con las que se relaciona hacen amable la vida cotidiana: la familia, el trabajo, el tráfico, la vecindad… Son opuestas, por su misma naturaleza, al egoísmo, al gesto destemplado, al malhumor, a la falta de educación, al desorden, al vivir sin tener en cuenta los gustos, preocupaciones e intereses de los demás. «De estas virtudes -escribía San Francisco de Sales- es necesario tener una gran provisión y muy a mano, pues se han de estar usando casi de continuo» [10].

Ayudan mucho en la convivencia diaria la cordialidad y la amistad. ¡Qué formidable sería que pudiéramos llamar amigos a las personas con quienes trabajamos o estudiamos, a los padres, a los hijos, a aquellas personas con las que convivimos o nos relacionamos!: amigos, y no sólo colegas o compañeros. Esto será señal de que nos hemos esforzado en muchas virtudes humanas que fomentan y hacen posible la amistad: el desinterés, la comprensión, el espíritu de colaboración, el optimismo, la lealtad. Amistad particularmente honda dentro de la propia familia: entre hermanos, con los hijos, con los padres. La amistad resiste bien las diferencias de edad, cuando está vivificada por el ejemplo de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, que ejercitó las virtudes humanas acabadamente, en plenitud.

Virtud de convivencia es el respeto mutuo, que nos mueve a mirar a los demás como imágenes irrepetibles de Dios. En la relación personal con el Señor, el cristiano aprende a «venerar (… ) la imagen de Dios que hay en cada hombre» [13]. También la de aquellos que por alguna razón nos parecen menos amables, simpáticos y divertidos. La convivencia nos enseña también a respetar las cosas porque son bienes de Dios y están al servicio del hombre. El respeto es condición para contribuir a la mejora de los demás, porque cuando se avasalla a otro se hace ineficaz el consejo, la corrección o la advertencia.

Preguntas similares