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En la segunda mitad del siglo XV las expediciones portuguesas fueron adentrándose más y más en el sur del continente africano hasta que en 1487 la comandada por Bartolomé Dias compuesta por dos carabelas fue lanzada hacia el sur por una peligrosa tormenta que les alejó de las costas africanas durante días. Después Dias ordenó poner rumbo al este hasta que alcanzó (ya en 1488) el extremo sur de África, que será bautizado como el Cabo de Buena Esperanza. Doblado el cabo se veía la posibilidad de culminar el gran proyecto portugués imaginado por el infante Enrique: llegar a la India rodeando el continente africano y atravesando el océano Índico. El propio Bartolomeu Dias pensó en culminar este viaje, pero ante la posición contraria de muchos marineros, cansados, enfermos y temerosos ante la escasez de provisiones, decidió volver a Portugal. Cuando la expedición alcanzó Lisboa en la ciudad se encontraba un marino genovés, Cristóbal Colón, que desde 1484 venía proponiendo una nueva ruta al rey de Portugal para alcanzar la India: viajando hacia el oeste a través del océano Atlántico. Su propuesta había sido estudiada y, sin haber sido aprobada, tampoco había sido desestimada. Sin embargo la expedición de Dias abría el camino para alcanzar la India, lo cual devaluaba el proyecto de Colón, quien tenía un plan muy organizado y meditado, pero que, aparte de en sus muy amplios conocimientos marineros, se basaba en un conjunto de suposiciones extraídas de la Biblia, de libros de sabios de la Antigüedad como Ptolomeo o relatos de viajes como los de Marco Polo. Frente a este plan bastante fantasioso, la corona portuguesa se decidió por la realidad que suponían los descubrimientos de Dias.
Por estos motivos es comprensible el temor portugués al conocer, mientras se encontraban preparando la expendición de Vasco de Gama que llegará a la India en 1497, que Colón, al servicio de la corona de Castilla (rival absoluto de Portugal) había llevado a buen puerto su plan en 1492. Los beneficios de todo un siglo de esfuerzos, pagado con vidas y dinero, peligraban.
Por eso el rey Juan II de Portugal reaccionó con dureza reclamando la propiedad de las tierras descubiertas por Colón, situadas en el Océano al sur de las islas Canarias y por tanto, según el tratado de Alcaçovas, portuguesas. Las tensiones entre ambos reinos llevaron a una mediación del Papa de Roma del que saldría el Tratado de Tordesillas (TEXTO) que fijaba una línea imaginaria situada 370 leguas al oeste de las Islas Cabo Verde asignando cuanto territorio se descubriese al oeste de esa línea a los reyes castellanos, mientras que los territorios al este de esa línea pertenecerían a Portugal.
Por estos motivos es comprensible el temor portugués al conocer, mientras se encontraban preparando la expendición de Vasco de Gama que llegará a la India en 1497, que Colón, al servicio de la corona de Castilla (rival absoluto de Portugal) había llevado a buen puerto su plan en 1492. Los beneficios de todo un siglo de esfuerzos, pagado con vidas y dinero, peligraban.
Por eso el rey Juan II de Portugal reaccionó con dureza reclamando la propiedad de las tierras descubiertas por Colón, situadas en el Océano al sur de las islas Canarias y por tanto, según el tratado de Alcaçovas, portuguesas. Las tensiones entre ambos reinos llevaron a una mediación del Papa de Roma del que saldría el Tratado de Tordesillas (TEXTO) que fijaba una línea imaginaria situada 370 leguas al oeste de las Islas Cabo Verde asignando cuanto territorio se descubriese al oeste de esa línea a los reyes castellanos, mientras que los territorios al este de esa línea pertenecerían a Portugal.
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