Lee el siguiente texto y responde las preguntas en tu cuaderno.
LA LLORONA
Los cuatros sacerdotes aguardaban expectantes. Sus ojillos vivaces
iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca al
espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos
silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.
Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para, con sus profundos
conocimientos de la astronomía, determinar la hora.
De pronto estalló el grito. Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo
como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el
agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los
templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli y pareció quedar flotando
en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma.
- “¡Es Cihuacoatl!” - exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que asistían al portento -.
- “La Diosa ha salido de las aguas y ha bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente” -
agregó el otro interrogador de las estrellas y de la noche -.
Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el
pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos y que
arrastraba una cauda de tela vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche de plenilunio y
que gritaba: - “Aaaayyyy mis hijos, aaaayyyyy mis hijos”.
Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época, una
mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al viento de
la noche, aparecía por el suroeste de la capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el
Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las cruces,
templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en pétreas hornacinas,
para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.
- “Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!”. El lamento se repetía tantas veces como
horas tenía la noche.
Desde entonces se la bautizó como "La llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba
por las calles de la capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el mayor
temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos aún recorrer las
penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda.
1. Busca en el texto sinónimos de:
Esperar: ___________________________
Dominar: __________________________
Comparar: _________________________
Triste: _____________________________
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