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Cuando el matrimonio es una desilusión
Ricardo Capponi
Crearse expectativas es una cualidad. El ser humano se mueve por las expectativas que se crea frente al futuro. Por el contrario, la ausencia de ellas es indicador de depresión.
Mientras más complejo y arriesgado sea el proyecto que se emprende, más altas expectativas se requieren: la recompensa que se espera hace que valgan la pena los riesgos y sacrificios.
El proyecto de compartir la vida para siempre con otro, tener hijos, criarlos, y hacerse cargo de todos los desafíos y problemas que puedan surgir en el grupo familiar es una empresa que sólo se realiza porque ofrece el cumplimiento de altas expectativas. Estas expectativas se forjan en el enamoramiento, y como éste es una mezcla de fantasía y realidad, a veces parece haber sido sólo un espejismo. Sin embargo, enamorarse es una capacidad (Debo aclarar que el matrimonio que no se contrae por enamoramiento, sino por conveniencia, requiere un tratamiento aparte).
Enamorarse es un acto psíquico complejo. Implica, en primer lugar, ser capaz de aceptar y sentir la carencia, la soledad, y la necesidad del amor de otro. En seguida, haber sido capaz de enamorarse de sí mismo. Esto es lo que se llama narcisismo. Este narcisismo normal, cuando se está buscando a otro (a), se proyecta y se ven en esa otra persona muchas cualidades que la hacen irresistiblemente atractiva.
Otro elemento que juega en este proceso es la capacidad de libidinizar el cuerpo del otro, esto es, percibirlo como apetecible y deseable.
La erotización que se gatilla en la cercanía corporal genera un círculo virtuoso al potenciar la idealización, la cual aumenta la erotización, consolidando así la fuerza de la atracción mutua.