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La Leyenda del Mate del Paraguay
Esta también es una leyenda guaraní, que tiene a su vez como protagonista a Jasy. La misma pertenece a la zona del sur de Brasil, al este de Bolivia y Paraguay y al noroeste de Argentina.
La leyenda cuenta que antes, los hombres estaban muy ocupados los propios quehaceres diarios. Apenas si alcanzaban a mirarse entre sí, mucho menos conversar. Pero Jasy era inmensa, una fuerza refulgente y poderosa: pura magia y luz. Estas cualidades provenían de su mismo ser: era la luna, fuerza astral que desde el firmamento alumbra todas las noches las copas de los árboles y los caminos.
Como Luna, Jasy pinta de color plata el curso de los ríos y revela sonidos que, sigilosos y aterrorizantes, se esconden en la penumbra de la selva.
Pero todo cambió un día en que, la luna y la nube, transformadas en dos pequeñas niñas, tomaron la iniciativa de bajar a la tierra.
Pero se encontraron con un pequeño inconveniente cuando, al hacerlo, se dieron cuenta que aquí abajo habían perdido sus poderes concedidos como dioses que eran.Así es como Jasy y Araí comenzaron a caminar por el bosque admirando los árboles, deleitándose con el aroma de las flores y saboreando frutos. En esto estaban cuando, de repente, oyeron el furioso rugido de un yaguareté.
Posado sobre el tronco de un árbol, la feroz criatura se preparaba a saltar sobre las pequeñas. Ellas cerraron sus ojitos en resignación, temiendo lo peor. Pero algo inesperado sucedió. Ellas sólo oyeron un silbido, seguido de un rugido y un golpe.
Cuando abrieron sus ojos nuevamente se encontraron con que el yaguareté se encontraba tendido en el suelo con una flecha clavada en su corazón. Un joven indio caminaba hacia ellas.
Las pequeñas diosas aprovecharon este gran giro de la fortuna para, en su desaparecieron y pavor, escapar veloces hacia el encuentro de refugio. Ningún ser humano debía verlas, por lo que debían tener cuidado. En esto se preocupaban las pequeñas mientras el muchacho se disponía a cuerear al animal al mismo tiempo que vestía una profunda sonrisa de satisfacción en su rostro por su gran logro.
Al parecer, con esta presa había cumplido sus expectativas, porque el muchacho, luego de terminar su labor, se dispuso a tomar una larga y tendida siesta.
Allí mismo, en el mundo de los sueños, el muchacho se encontró con un par de hermosas muchachas. Una de ellas se acercó a él y le ofreció una planta mientras le decía que la tome, que este era un regalo en agradecimiento por haber salvado a Jasy, la luna. La joven le explicó al muchacho que la planta se llamaba Kaá.
Con ella debía preparar una bebida que acercaría el corazón de los hombres y alejaría la soledad. Al despertar, el muchacho se encontró nuevamente en el bosque. Al observar con detenimiento, descubrió que muy cerca de él se encontraba una planta que no había visto antes por el lugar. Era la yerba mate.
El muchacho cazador tomó la planta y, recordando la conversación con la joven del sueño, siguió paso a paso sus instrucciones: tostó sus hojas, las colocó en una calabaza pequeña y hueca, vertió el agua e, introduciendo una caña, le dio una probada. Imaginen el rostro del muchacho al descubrir el delicioso sabor, potente y amargo, de la bebida. Revolucionó tanto sus sentidos y tan deliciosa le pareció, que quiso acercarse a los demás miembros de la tribu y compartir con ellos el milagroso hallazgo.
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Poco a poco, la bebida cautivó la atención de todos en la tribu. Y sentados en comunidad, entre mate y mate, se dispusieron a compartir sus historias. Ésta es la leyenda de cómo nació el mate, la recompensa y premio de Jasy para el pueblo guaraní, en agradecimiento por haber salvado su vida.
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