- la lupa
― 1Desde que entendí que era verdad aquello de: «no quiero saber nada de vos», la única manera de
evitar buscarle una vez más ha sido escribirle cada mañana.
2. A partir de aquel día han pasado cuatro meses. A partir de aquel día le he escrito ciento siete cartas.
¡Ciento siete cartas!
3. Me pregunto cuándo me cansaré de todo esto y volveré a ser la mujer de antes, la que dominaba
sentimientos y emociones. A veces invento trampas y me digo que si no le recordara tanto, que si no
esperara una llamada suya, quizá vendría o llamaría en cualquier momento; y trato de no recordarlo, de
no esperarlo. Son ilusiones que uno se hace creyendo que cuando menos se piensa sucede lo que tanto
se espera. Pero es inútil, ya se sabe que las trampas no funcionan.
4. Fue el día de su cumpleaños, uno de los más difíciles. Desde el instante en que desperté, no sentí otra
cosa que deseos de verle. Aunque fuera de lejos, sólo verle.
5. Para evitar cualquier locura decidí quedarme en la cama, sin cambiarme, tratando de leer. Tenía la firme
intención de pasar así todo el día, pero cerca de las doce ya no podía más y un impulso incontrolable
hizo que me levantara, me vistiera y saliera a la calle.
6. Caminé por todos los sitios de un posible encuentro casual, fui a un café cerca de su trabajo con la
esperanza de verlo cruzar la calle, esperé en una esquina el paso eventual de su auto. A eso de las cinco
decidí ir hasta la biblioteca del Instituto a devolver un libro -era el pretexto que tenía reservado para los
momentos extremos-; sabía que tenía clase a esa hora y que acostumbraba pasar por la biblioteca.
Llegué a entregar el libro con el corazón en la mano. No era mi día.
7. No sé bien cómo sucedió, pero cuando estaba a punto de marcar su número (olvidando promesas,
juramentos y humillaciones), se me ocurrió una idea salvadora: comprarle un regalo.
8. Estaba segura de que, al igual que las cartas, no se lo entregaría; pero por lo menos así tendría algo suyo
-aunque fuera comprado por mí, claro-. Y esa posibilidad me tranquilizó profundamente. Colgué el
teléfono sin marcar, pagué la llamada para evitar reclamos y salí.
9. Eran pasadas las seis de la tarde, así que tenía que darme prisa para encontrar lo que necesitaba
comprarle antes de que cerraran los negocios.
10. Y empecé a buscar una lupa, pequeña, muy potente, capaz de acercarnos al universo escondido a la
simple mirada; a aquel de nuestra adolescencia, cuando buscábamos insectos diminutos entre las
formas luminosas de una orquídea y peleábamos por descubrir sus ojos o sus antenas mínimas (¿se
acordará él de todo eso?).
11. Cuando encontré la lupa que quería, temblaba. Al salir del almacén besé la cajita y desde ese día la llevo
conmigo.
12. Lo recuerdo a través del insecto paseandero que se cruza en mi camino y en el que descubro ojos,
manchas y colores. Voy contenta por calles y plazas desmenuzando una flor, recorriendo los senderos
desconocidos de mi piel o charlando con ella. A veces la gente me mira con la inquietud que se suele
mirar a una loca: yo y su lupa. Sonrío. Soy feliz. Y ya no necesito buscarle”.
María del Carmen Garcés, Mírame a los ojos
2
ACTIVIDAD I:
1. Reconozca y mencione el tipo de narrador presente en el texto que acaba de leer.
2. Identifique y señale en el texto los momentos que indican la secuencia de acciones principales.
3. Marque o subraye el procedimiento temporal que se evidencia en los últimos párrafos del texto.
Mencione qué tipo de anacronía es y justifique su respuesta.
Respuestas
Respuesta dada por:
1
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Mira me da flojera contestar esto pero igual lo voy as hcer es 34
Explicación:
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mira situ respuesta no es de ayuda mejor no respondas