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no sé tienes que ir a la igle6
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El objeto del presente trabajo es una reflexión acerca de la universalidad de la salvación en el cristianismo. Se trata de describir cómo se comprende que Cristo sea el único mediador y que su salvación sea universal, y la relación que adquiere la humanidad toda con el Resucitado. Este tema, sin embargo, desde un punto de vista católico, no puede ser separado de otra verdad fundamental: la necesidad de la Iglesia para la salvación (cf. LG 14 y 48). Y este último argumento significa reflexionar sobre la Iglesia como sacramento, esto es, sobre "la cuestión de la mediación institucional de la salvación. En otras palabras, la cuestión de saber si y en qué medida la Iglesia no solamente es comunidad, lugar y espacio de salvación, sino también, en nombre de Jesucristo, sea causa instrumental, mediación de salvación" (1). El tema, entonces, ha de ser abordado en cuatro grandes aspectos: Qué significa salvación; quién trae la salvación; cómo esta puede ser universal; y qué papel juega la Iglesia en esta salvación universal, en cuanto sacramento universal de salvación.
1. EL CONCEPTO DE SALVACIÓN
Comencemos explicando qué significa salvación. Podemos decir que "la salvación es la cuestión humana primordial" (2). Esta noción habla del ser y del sentido último de lo humano, intenta describir conceptos como integridad, trascendencia, plenitud, futuro mejor, afirmación de la propia existencia, dignidad, presente sano, etc. (3).
Ahora bien, la idea de salvación supone que en el hombre existe la necesidad, aunque sea en forma implícita, de una tal salvación. Y así ocurre efectivamente. Es evidente que la experiencia humana universal se encuentra con la necesidad de superar ciertas cosas negativas que padece, además busca realizar ciertas aspiraciones profundas de felicidad y plenitud que experimenta, y se siente también inclinada "a saciar el anhelo de lo absolutamente sano y santo, que no es la prolongación de lo que nosotros somos, sino de algo totalmente Otro, en el encuentro con el cual somos transformados" (4): ese es Dios. Lograr esas tres cosas es lo que entendemos por salvación.
Sin embargo, la realización de esto supone la "transformación de nuestra realidad actual, el tránsito a otra forma de vida" (5). Y "el hombre sabe que todo eso no lo puede alcanzar por sí mismo, que no se puede consumar por su esfuerzo" (6). De ahí que la salvación, por ahora, sea realidad alcanzada solo en forma fragmentaria y objeto de esperanza futura. Así entendida, la salvación solo puede venir de Dios que reconoce como valiosa y capaz de transformación la vida del hombre; que libera al hombre de su culpa moral; y que acoge sanando y santificando al hombre ofreciéndole un futuro de plenitud y de amor.
Esta salvación ha sido explicitada a lo largo de la historia con diversos conceptos, según el aspecto que más se haya querido destacar: divinización, justificación, sacrificio, expiación, redención, satisfacción, sustitución, reconciliación, liberación, etc. En nuestro contexto actual, la salvación puede ser bien comprendida con el concepto bíblico de comunión (7). En efecto, ya en el relato de la creación encontramos a Dios que dice: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gén 2,18) y por eso le hace una ayuda adecuada, de los huesos de sus huesos y de la carne de su carne (Gén 2,23), es decir, de su igual condición y dignidad. Y da a nuestros primeros padres el mandato de ser fecundos y multiplicarse (Gén 1,28). Así, Dios, al