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En 1426, el imperio tapanca dominaba, desde Azcapotzalco, la Cuenca de México. Dos años después, varios de los súbditos del imperio encabezaron una rebelión que comenzaría dando muerte a varios señores aliados de Azcapotzalco, como Chimalpopoca de Tenochtitlan, y cuyo triunfo significaría el comienzo de otro imperio que sería aún más poderoso: el imperio mexica.
El imperio tapanca
A finales del siglo XIV, Azcapotzalco era el centro de una unidad política en expansión que ha merecido el nombre de imperio tepaneca (1375-1428), bajo cuyo poder fueron integrándose los diversos altépetl o ciudades-Estado del área central mesoamericana. La rápida expansión tepaneca fue posible, como es típico del modelo político del Posclásico mesoamericano (950-1519), por la combinación de estrategias diplomáticas y militares llevadas a cabo por el emperador o huey tlatoani (gran rey) Tezozómoc de Azcapotzalco, verdadero artífice de aquel imperio. Para reunir los ejércitos necesarios para las campañas militares, la dinastía tepaneca había de lograr alianzas, ofrecer recompensas e imponerse por la amenaza y por la fuerza a los otros altépetl. Además, las relaciones así establecidas se consolidaban a través del parentesco y las alianzas matrimoniales, extendiendo la estructura dinástica tepaneca y ampliando los dominios del imperio.
Así fue como Azcapotzalco logró desplazar a Tenanyocan, Colhuacan o Texcoco, entre otros centros, de la posición dominante que ocupaban en el área lacustre, para ir aglutinando bajo su dominio la totalidad de aquel territorio, y aun otros más distantes como Cuauhnáhuac o Matlatzinco. En aquel proceso, tan importante como señalar nuevos objetivos de la expansión militar era incluir nuevos contingentes de población que sirvieran de base a dicho proceso, integrando las fuerzas militares, pero también engrosando la capacidad de producción agrícola y de ocupación estratégica del territorio. Así fue como los mexicas, tras su larga historia de migración, terminaron por ser aceptados como integrantes del imperio tepaneca. Como súbditos de Tezozómoc de Azcapotzalco, se les permitió asentarse en un islote lacustre, y, al servicio de sus señores tepanecas, prosperar hasta constituir sendos reinos o tlatocáyotl (reino, unidad política estratificada gobernada por un tlatoani): Tlatelolco y Tenochtitlan. Pero la clave de este sistema político, que ha sido denominado de dominación hegemónica o de dominio indirecto, residía en la capacidad del tlatoani dominante para aglutinar a señores aliados y subordinados –generalmente ligados por parentesco–, de modo que cada señor local inferior interpretara como la opción más ventajosa el servir a su señor hegemónico, por los beneficios que podía obtener bajo su protección y por temor a convertirse en su víctima en caso de no acatar su poder. La dependencia, por otro lado, era recíproca, pues el señor dominante basaba su poder en la red dinástica formada por los señores locales.