• Asignatura: Filosofía
  • Autor: gissella1402
  • hace 5 años

Qué te ha gustado acerca de las relaciones humanas para tu
formación como futura ciudadana

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Respuesta dada por: robinherrera1986
4

Respuesta:

Relaciones humanas en el centro de los derechos humanos

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Detalle de una escultura en bronce de Gustav Vigeland (1869-1943) en el parque Frogner en Oslo (Noruega).

“Una garantía mínima contra la muerte por hambre debe ser promulgada como el primer derecho del hombre; pero el principal derecho del hombre es una garantía de que ha de ser libre de vivir a su modo”. Esto es lo que escribió el diplomático y periodista español Salvador de Madariaga (1886-1978) en su respuesta a la encuesta de la UNESCO sobre los fundamentos filosóficos de los derechos humanos, que envió en 1947 bajo el título “¿Derechos del hombre o relaciones humanas?".

Salvador de Madariaga

Ningún estudio sobre “los derechos del hombre” puede dar resultados fructíferos cuando el tema queda así limitado a los derechos y al individuo; y debe incluso limitarse la forma de las palabras. Data la cosa de la Revolución Francesa, que originó un punto de vista combativo, parcial y, por lo tanto, limitado. Históricamente esta actitud era perfectamente natural e incluso justificada. La cruel opresión que los hombres y mujeres han sufrido en las últimas dos décadas ha fomentado una actitud semejante y, sin embargo, toda la labor constructiva auténtica en el campo de la naturaleza social sólo puede lograrse con la condición previa de abordar el problema en una forma objetiva y no agresiva. El primer resultado de este cambio de punto de vista es que la palabra y el concepto de derechos resultan limitados, ya que sólo representan un aspecto de las relaciones entre el individuo y la sociedad en que vive.

Es un lugar común - pero con frecuencia olvidado - que no existe un individuo absoluto, esto es, que no existe ningún ser humano que no contenga al mismo tiempo un elemento social. El hombre es una síntesis que puede describirse como individuo en sociedad; e individuo sin una sociedad es tan incomprensible como una sociedad sin individuos. Por lo tanto, la manera correcta de abordar el problema generalmente definido como el de “los derechos del hombre” debe consistir en determinar las relaciones políticas entre el individuo y la sociedad a que pertenece.

En nuestros días, la sociedad política en que nos encontramos se ha convertido en una y única. Por una diversidad de razones bien conocidas, las naciones, esto es, las sociedades distintivas de otros tiempos, se han fundido en una sociedad mundial; y el caos en que todos vivimos se debe al hecho de que, por encontrarse aún esta sociedad mundial sin su Estado, o instituciones gubernamentales, las diferentes naciones tratan de resolver el problema mediante el desastroso expediente de reforzar sus autoridades respectivas. El recrudecimiento de las reglamentaciones gubernamentales y el levantamiento de barreras fronterizas de todas clases son el resultado directo, aunque paradójico, del desarrollo de la solidaridad mundial.

Esta paradoja puede resolverse fácilmente una vez hecha la distinción entre solidaridad subjetiva y objetiva. Los propietarios, o pasajeros, de todos los automóviles que participan en una obstrucción del tráfico se encuentran en una solidaridad tan “estrecha” como las gotas de agua en un tubo; pero su solidaridad subjetiva es probablemente nula y todos y cada uno de ellos desean quizá que los demás estén muertos o los mandarían con gusto al infierno. El presente caos se debe al hecho de que, mientras la solidaridad objetiva de las naciones ha avanzado al mismo ritmo que la velocidad en las comunicaciones físicas y mentales, su solidaridad subjetiva ha quedado muy retrasada.

De las tres etapas de la naturaleza social, hombre, nación, humanidad, es la etapa intermedia la que requiere mayor control. Porque es la nación la que vuelve hacia el individuo y hacia la sociedad mundial una cara absolutista. Hacia el individuo, la nación, antes absolutista sobre la base del derecho divino de los reyes, permanece absolutista sobre la base de “la voluntad del pueblo”. Hacia la sociedad mundial, la nación adopta una posición absolutista defensiva atrincherándose en la doctrina y en el ejercicio de la soberanía nacional.

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