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Una basílica es una estructura arquitectónica de origen romano que tenía una función económica y jurídica.
El nombre proviene del término latín basilica, que al mismo tiempo se deriva del griego βασιλική (fonéticamente, basiliké), palabra que significa “regia” o “real” y que es una elipsis de la expresión completa basiliké oikía, que significa “casa real”.
Este tipo de edificios servían originariamente para las transacciones comerciales a gran escala, y al mismo tiempo era como una especie de juzgado. Sus orígenes se encuentran en la época de la República de Roma (entre los años 509 y 27 a.C.).
Con el paso del tiempo se fueron añadiendo diversos cambios estructurales que se harán canónicos.
Será la planta que adoptarán los edificios religiosos cristianos de la época paleocristiana.
Se llamará “planta basilical” la formada por una nave central más grande que las laterales, tanto de ancho como de alto. Compuesta por 3 o 5 naves, en la central se pueden abrir galerías de ventanas.
El techo solía ser plano y de madera, hasta que en una posterior evolución se construyó de piedra.
A la larga, los dos lados cortos se modificarán y se añadirá una exedra semicircular a uno de los lados. En época de Trajano, esta modificación se realizó a los dos lados, como es el caso de la Basílica Ulpia (96 d.C.).
Este tipo de estructura fue aprovechada por el emperador Constantino como modelo para los primeros centros de culto cristianos que él mismo fundó (San Pedro del Vaticano y San Juan de Letrán, en la ciudad de Roma), y así ha permanecido hasta la actualidad.
Esto se debió principalmente al carácter asambleario de la liturgia cristiana y al hecho de que este tipo de espacios permite acoger grandes cantidades de personas y establece la jerarquía que le corresponde, con los fieles distribuidos en la nave (o las naves) y quien preside la ceremonia en el presbiterio.
En muchos casos, los propios edificios romanos se utilizaron como recinto religioso oficial para la celebración de la liturgia.
Después de que el Imperio Romano se volviera oficialmente cristiano, el término se usó también para referirse a determinadas iglesias generalmente grandes o importantes, a las que se le habían otorgado ritos especiales y privilegios en materia de culto. Es en este sentido en el que se usa hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico como religioso.
El Papa es la única persona con potestad para conceder el título de basílica a un templo.
Sólo hay cuatro Basílicas con el rango de Basílica Mayor, todas ellas situadas en la ciudad de Roma: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Las demás basílicas ostentan el rango de basílica menor, y hay unas 1.500 en todo el mundo.
El nombre proviene del término latín basilica, que al mismo tiempo se deriva del griego βασιλική (fonéticamente, basiliké), palabra que significa “regia” o “real” y que es una elipsis de la expresión completa basiliké oikía, que significa “casa real”.
Este tipo de edificios servían originariamente para las transacciones comerciales a gran escala, y al mismo tiempo era como una especie de juzgado. Sus orígenes se encuentran en la época de la República de Roma (entre los años 509 y 27 a.C.).
Con el paso del tiempo se fueron añadiendo diversos cambios estructurales que se harán canónicos.
Será la planta que adoptarán los edificios religiosos cristianos de la época paleocristiana.
Se llamará “planta basilical” la formada por una nave central más grande que las laterales, tanto de ancho como de alto. Compuesta por 3 o 5 naves, en la central se pueden abrir galerías de ventanas.
El techo solía ser plano y de madera, hasta que en una posterior evolución se construyó de piedra.
A la larga, los dos lados cortos se modificarán y se añadirá una exedra semicircular a uno de los lados. En época de Trajano, esta modificación se realizó a los dos lados, como es el caso de la Basílica Ulpia (96 d.C.).
Este tipo de estructura fue aprovechada por el emperador Constantino como modelo para los primeros centros de culto cristianos que él mismo fundó (San Pedro del Vaticano y San Juan de Letrán, en la ciudad de Roma), y así ha permanecido hasta la actualidad.
Esto se debió principalmente al carácter asambleario de la liturgia cristiana y al hecho de que este tipo de espacios permite acoger grandes cantidades de personas y establece la jerarquía que le corresponde, con los fieles distribuidos en la nave (o las naves) y quien preside la ceremonia en el presbiterio.
En muchos casos, los propios edificios romanos se utilizaron como recinto religioso oficial para la celebración de la liturgia.
Después de que el Imperio Romano se volviera oficialmente cristiano, el término se usó también para referirse a determinadas iglesias generalmente grandes o importantes, a las que se le habían otorgado ritos especiales y privilegios en materia de culto. Es en este sentido en el que se usa hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico como religioso.
El Papa es la única persona con potestad para conceder el título de basílica a un templo.
Sólo hay cuatro Basílicas con el rango de Basílica Mayor, todas ellas situadas en la ciudad de Roma: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Las demás basílicas ostentan el rango de basílica menor, y hay unas 1.500 en todo el mundo.
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