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El cuento termina con esta frase, en la que Darío logra la unidad de efecto que preconizaba Poe: “Vino a mi cerebro, como escrito en letras de sangre: Huitzilopoxtli”. En realidad, el feroz dios azteca de la guerra, a quien se le sacrificaban esclavos o prisioneros, era conocido por Darío; no en vano figura en su “Ode a la France”, escrita el mismo año de 1914 a raíz del inicio de la primera guerra mundial. Además, recordaba a Huitzilopoxtli en un poema de Giosuè Carducci (“Miramar” de las Odi Barbare) reencarnado en los soldados que fusilaron a Maximiliano para vengarse de su lejana derrota ante los súbditos de Carlos V. Seguramente, este recuerdo inspiró a Darío su cuento, una de las piezas más admirables y contemporáneas de su quehacer narrativo.