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León Trotsky, en su Tesis sobre el papel mundial del imperialismo norteamericano (1), expuesta en la Conferencia Panamericana, realizada en México, preparatoria al Congreso de Fundación de la IV Internacional (1938), desarrolló una reflexión y análisis sobre el papel que comenzaría a jugar el imperialismo norteamericano posterior a la segunda guerra mundial; una fase superior del capitalismo que vendría a cambiar las relaciones políticas y económicas en el mundo, golpeando aún más a los países “subdesarrollados” y en “vías de desarrollo”.
América Latina lleva décadas siendo una región explotada por el capital nacional como también extranjero. Durante el siglo XIX países como Alemania, Portugal, España e Inglaterra fueron los que se encargaron de explotar durante décadas los recursos naturales de la región, colonizar países y abusar de la clase trabajadora latinoamericana. Estados Unidos llegó en otra fase de la historia, posterior a los países mencionados, pero hoy en día ya se ha transformado en la potencia mundial que mantiene a América Latina bajo el yugo del imperialismo norteamericano.
Para que Estados Unidos pudiese abrirse camino dentro de los demás países imperialistas, era necesaria la instauración de una política que fuese defendida por los sucesivos gobiernos estadounidenses, la que se conoció como Doctrina Monroe, que en palabras de Trotsky se entiende como “el derecho del imperialismo norteamericano a posicionarse dominantemente en los países de América Latina, asumiendo la posición de ser su explotador exclusivo”.
De esta manera, los gobiernos de Estados Unidos comenzaron una verdadera cruzada imperialista, donde “naturalmente” dicha potencia sería la única con permiso y autorización para explotar a los diversos países de América Latina, y con esto, ir instaurando la idea de un capitalismo “democrático” por parte de EE.UU, una idea de “país a seguir”, de “democracia occidental” y de “prosperidad”.
Para esto, el rol de las burguesías nacionales de cada país y de las Fuerzas Armadas fue crucial para contrarrestar cualquier tipo de revolución social, de alzamiento de la clase trabajadora o algún cuestionamiento que pudiese surgir contra la política imperialista. No por nada se sabe que EE.UU ha financiado en variadas ocasiones a dictaduras militares con el fin de evitar cualquier avance de ideologías marxistas y socialistas, y así asegurar también “la estructura imperialista y garantizar un flujo inalterado de los superlogros del coloso del Norte. El más activo e impetuoso impulsor de las dictaduras militares en los países latinoamericanos es el imperialismo norteamericano, cuyos millones de dólares invertidos en el exterior están dirigidos al hemisferio occidental”.
En el caso de la instauración de la Dictadura Cívico Militar en Chile, el gobierno de EE.UU fue clave para llevar adelante el Golpe Militar y la posterior implantación de la ideología neoliberal, sistema político y económico que vino a oxigenar la crisis por la que estaba atravesando el capitalismo en la década del 70. En este sentido, el imperialismo norteamericano financió (2) directamente a la derecha chilena y allanó el terreno para que tanto la burguesía norteamericana como la chilena sacaran provecho de la ola de privatizaciones que se impulsó en la década del 80 en el país; la que afectó a los recursos naturales de Chile, a las empresas estatales que pasaron a estar en manos de privados y también al conjunto de los derechos democráticos que también fueron privatizados.
El imperialismo norteamericano usa distintos métodos y políticas para expandirse por los países de América Latina y el resto del mundo. En el documento “El imperialismo ante la crisis económica” de José Welmowicki, se establece que “las inmensas sumas canalizadas para el pago de las deudas públicas (externas o internas), las políticas de los bancos centrales, como los tipos de interés al servicio de la acumulación de los bancos y más recientemente la política de los déficits fiscales y comerciales sirvieron para sustentar la expansión del capital financiero de EE UU (con sus socios europeos) en todo el mundo. Las privatizaciones fueron otra medida para servir al capital monopolista, además de significar el saqueo por parte de las empresas imperialistas de parques productivos y riquezas minerales”.
Para que el imperialismo pueda llevar a cabo sus planes, la relación con los Estados nacionales y sus burguesías es fundamental. En el caso de Chile, y tomando en cuenta el recurso natural más importante del país que es el cobre, la aprobación de la Ley Orgánica Constitucional Sobre Concesiones Mineras, que entró en vigencia en 1981, en plena Dictadura y con José Piñera a la cabeza (el mismo que impulsó el anti sindical Plan Laboral y las AFPs), ha permitido que las empresas extranjeras exploten el mineral y también a los trabajadores mineros, durante décadas, sin mayor costo.