10 ejemplos de necesidades superfluas y esenciales

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Respuesta dada por: 12denisse2009
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Pleonexia

Según Llano, la carencia de saciedad es el estado que define al hombre consumista y, por tanto, el mecanismo de detección de los bienes superfluos. El estado, quizá habitual, del hombre consumista “da paso a una enfermedad espiritual diagnosticada por Platón desde hace dos mil quinientos años, que lleva el nombre de pleonexia”. Para entender el término pleonexia, Llano hace la siguiente comparación: “así como hay una anorexia física, que es la pérdida total del apetito, hay también una pleonexia materialista, que es, al revés, un apetito insaciable de cosas –paradójicamente– de carácter material”. En este orden de ideas, el hombre consumista o, mejor aún, el pleonéxico es aquel que cree que todavía no tiene lo suficiente. Esta actitud del pleonéxico, señala Llano, se debe a que se desconoce que el espíritu humano no puede saciarse mediante el consumo de cosas materiales. Ya decía Pascal que el hombre tenía un ansia infinitamente infinita. Así, con el propósito de saciar esa ansia infinitamente infinita, el pleonéxico se vuelca hacia una serie infinita de bienes finitos, sin caer en la cuenta de que el ansia infinitamente infinita se sacia con los bienes del espíritu.  

Ahora bien, Llano encuentra una diferencia en el modo de ver al pleonéxico de la actualidad con el de hace veinticinco siglos, a saber: que en época de Platón, el pleonéxico era considerado un enfermo espiritual, mientras que el hombre contemporáneo ve al pleonéxico como un modelo de éxito, visión influida, dudas aparte, por la llamada “civilización de consumo”. Nos dice Llano: “entre los dos extremos, evidentemente se ha dado un cambio de 180 grados. Ésa es nuestra gran enfermedad: considerar como «éxito» lo que precisamente nos enferma”.

 

Virtudes o valores

“No obstante, a pesar de modas y materialismos en la forma del consumo, la filosofía clásica ha hurgado entre lo superfluo y lo necesario. Dice Aristóteles que son bienes necesarios y convenientes aquellos que hacen asequible al hombre el ejercicio de la virtud. Esto nos explica hoy muy poco, entre otras cosas porque la palabra virtud ha perdido su fuerza”. Así pues, dado que los lenguajes contemporáneos –o, al menos, el castellano– carecen de un término preciso que equivalga a la “virtud” clásica, Llano apela al vocabulario de los valores para combatir a la civilización de consumo y ofrecerle un remedio. Los valores que ayudarían al hombre de hoy a enfrentar el consumismo serían: el valor de la fe, el valor de la libertad, el valor de la coherencia y, justamente, el valor de la virtud (que no es más que el medio para construir y forjar el carácter), así como el valor de la caridad.

 

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