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Explicación:
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En 1920, varios periódicos y habitantes de Lima, hicieron eco de la repentina curación de Rosa Angélica Castro, una pobre tullida de modesta familia, que había pasado por dos operaciones y que por causas desconocidas por los médicos, había quedado inmovilizada en ambas piernas.
Llegó octubre y con él la procesión del Señor de los Milagros. En el segundo día de andas, Rosa Angélica y su madre ingresaron al Templo de la Encarnación y al ver la imagen, suplicaron la salud que la joven tullida tanto deseaba. Apenas la multitud había abandonado el templo, la enferma sintió una conmoción que la hizo dejar la silla, se levantó y caminó presa de un gozo indescriptible, superando sus males y agradeciendo al Cristo Moreno por su misericordia.
Otro relato indica que Rosa Oquendo llevaba un año y dos meses padeciendo de parálisis de los miembros inferiores y pese a haber consultado a varios médicos, todo había sido inútil. El día que salió la procesión, fue conducida a la plazuela de Mercedarias y al pasar la imagen delante del lugar donde se encontraba, ella se levantó del sillón donde estaba reclinada y siguió las andas sin sentir molestia alguna, causando sorpresa entre quienes la conocían.
Había una mujer a quien conocían como ''La Resucitada'', si bien es cierto no se trataba de una verdadera resurrección, estuvo a punto de ser enterrada viva de no ser por la protección del Señor de los Milagros. Había sido víctima de una fuerte catalepsia que habia dado a sus miembros la rigidez cadavérica y la impedía a dar señal exterior alguna. Todo estaba en orden para su entierro y según ella, se dio cuenta de su estado y advirtiendo el peligro que corría, empezó a encomendarse a Dios. A sus oídos llego la versión de la procesión que pasaba por delante de su casa y pidió con gran fervor al Cristo Moreno la libre del peligro en que se halla y alcanza a dar signos visibles de que aún está con vida.
En 1935 hallamos otros dos casos. Uno es el de la Sra. Elvira R. De Dávila, curada de un tumor canceroso en el útero. Tanto el médico que la atendió como los que la examinaron en el Hospital Arzobispo Loayza, entre ellos el Dr. Constantino Carvallo, juzgaron que el mal no tenía remedio. La enferma sacando fuerzas de flaqueza, pidió que le permitiesen abandonar el Hospital y acudió a la novena del Señor en su templo. El divino crucificado escuchó y sin operación el tumor desapareció y se sintió sana. María Drinot Fuchs, con residencia en Magdalena del Mar, adolecía de un bulto en el vientre que a juicio de tres cirujanos exigía una intervención quirúrgica. Ella se resistió a ser operada y prefirió acudir al Señor de los Milagros. Su fe la salvó, pues a los pocos días no le quedó rastro de su mal.
Estos son algunos de los milagros que han podido comprobarse, pero hay muchos más que quedan ocultos y no se hacen público, aparte de las gracias materiales que ha dado a muchos. Todos cuantos han mirado de cerca esa incesante afluencia de gente a su santuario en el mes de octubre, han escuchado las confesiones de los fieles; son testigos de muchos favores que el Señor de los Milagros hace en sus vidas.