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La vida del espartano estaba en peligro desde su mismo nacimiento. Los ancianos sumergían a los bebés en un baño de vino sin diluir para ver su reacción. Si no era la adecuada o tenían alguna deformidad, eran descartados sin más miramientos. Infanticidio de Estado puro y duro. Abandonar a los pequeños por circunstancias económicas era habitual en la antigua Grecia, como lo sería en Roma, pero no matarles como se hacía en Esparta. Cierto que también había excepciones: Agesilao II llegó a ser rey durante 40 años a pesar de su cojera.
Un único fin: la guerra. Pasado este duro trance, sus primeros siete años no diferían de los del resto de niños griegos, que eran educados en casa. Llegados a esa edad, se les separaba radicalmente de sus familias y comenzaba su educación para su único fin en la vida: la guerra. Hasta los 18 años no harían otra cosa que instruirse para ser los mejores soldados de Grecia. Agogé se llamaba esta educación estatal instaurada por un legislador mítico, Licurgo. Entre las enseñanzas que recibían, debían aprender de memoria estos versos: Resiste mientras miras el rostro a la muerte cruenta / y alarga tu brazo hacia el enemigo mientras lo tienes cerca. Esto es lo que recitaban en el campo de batalla, cuando además de todo su equipo de 32 kilos llevaban su famosa capa escarlata y sus no menos célebres melenas (como curiosidad, llevaban barba, pero no bigote). Esto último los separaba, como casi todo, del resto de los hombres griegos, que solían llevar el pelo corto. En el caso de Esparta, eran las mujeres las que se rapaban tras casarse, cosa que ellos hacían sobre los 25 años y ellas al final de la adolescencia.
Obligación de aceptar un amante. Una característica llamativa de la Agogé es que hacia los 12 años se esperaba que los aprendices aceptasen a un guerrero adulto joven como amante. Inspirador, se le llamaba. Un ejemplo de pederastia institucionalizada. De hecho, los espartanos tenían fama entre los griegos de una exagerada afición a la sodomía. Cuando terminaba este período, los mejores pasarían a la Cripteia, una especie de policía secreta, y posteriormente a los puestos superiores, como la guardia personal de los reyes. Los famosos 300 que acompañaron a Leónidas. Por cierto, los que estaban destinados a reinar estaban exentos de la Agoté aunque Leónidas sí la pasó porque no estaba, en principio, destinado a reinar.
Xenófobos y supersticiosos. La forma de vida y las costumbres de los espartanos extrañaban a los propios griegos. Xenófobos recalcitrantes, conseguir la ciudadanía era casi un imposible para cualquiera que no fuera espartano. Heródoto cuenta que sólo dos lo consiguieron: un adivino y su hermano. Esto lleva a otro de sus rasgos más definitorios: si los griegos eran muy supersticiosos, ellos lo eran todavía más. Hasta el punto de que dejaron de ir a la batalla de Maratón en apoyo de los atenienses por la fiesta de las Carneias en honor de Apolo. Lo mismo que sucedería en las Termópilas. Solo un año después de esta, ya sin impedimento religioso (o político, porque la pereza por ayudar a los atenienses tenía su componente político), movilizaron a 5.000 espartiatas (espartanos de élite. Como veremos, junto a estos vivían sometidos una inmensa mayoría de esclavos llamados ilotas y unos espartanos de segunda fila, los periecos) para la batalla de Platea.
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ehh no se
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pero lei la anterior y esta bn creo que esa te súpersirve
bye