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Las semejanzas de los mitos nativos americanos, que van hasta la identidad entre ciertas categorías de mitos, son muy notorias independientemente de las regiones de donde provienen, o del nivel de desarrollo de la cultura. Así, en el dominio estrictamente religioso, los dioses de la naturaleza que los incas veneraban en sus templos, son similares a los espíritus anónimos de los chamanes de la Amazonía o de las Guayanas, conjuran en sus chozas. Por ello, aunque hay una gran distancia entre los seres sobrenaturales, sin embargo el contraste entre la religión de los incas y la de las tribus llamadas primitivas de América del Sur es menos tajante cuando se refiere a otras manifestaciones de su vida religiosa.
Por ejemplo, se sabe el lugar eminente que los incas daban al sol, Inti, antecesor de su dinastía. Elevado al rango de dios nacional, su soberanía celeste formaba paralelo con el poder terrestre del Sapa Inca y su adoración se confundía con los homenajes a este último. Sin embargo, también se encuentran huellas de un culto celestial o sus representaciones divinas entre numerosos otros pueblos, como los guaraníes, los caribes, y los mapuches; así, por ejemplo los mapuches representaban al sol como Antu, el espíritu pillán más importante de sus creencias, y la luna como Kuyén, el espíritu Wangulén acompañante y esposa de Antu. En cambio en otros lugares, el sol y la luna son simples personajes mitológicos a los que no se asigna ninguna acción sobre los destinos humanos. Estos dos astros antropomórficos, en cambio, son héroes de aventuras que forman una parte importante de su mitología.
Otro ejemplo es la representación del trueno y los rayos. Después de Inti, el Trueno (Yllapa), lanzador del rayo, señor del grano y de la lluvia, era la divinidad de que hacían más caso los incas. Recorría los espacios celestes armado de una porra y de una honda cuyo ruido, en el momento de lanzar el proyectil, se oía como el rugido de la tempestad. Los guaraníes de Paraguay y Brasil se representan el trueno bajo los rasgos de un ser humano que, sentado en una artesa de madera, atraviesa el cielo con gran ruido. Los relámpagos son los reflejos producidos por un tallo de resina que lleva clavado en el labio inferior, conocido como Tupán.