• Asignatura: Religión
  • Autor: contrerasesqui77
  • hace 5 años

¿Qué pide Jesús a los que están al frente de las comunidades?
dare coronita a la mejor respuesta

Respuestas

Respuesta dada por: MarthaXSL
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Respuesta:

Amaos unos a los otros

Respuesta dada por: elizabethZacarias
0

Jesús no es un teórico de la utopía humana. Su misión es abrir a la humanidad la posibilidad de una sociedad alternativa («el reino de Dios»). Esta sociedad, sin embargo, no puede constituirse forzando la libertad, sino por libre opción de los hombres. Tampoco hay que aguardar a que se den todas las condiciones objetivas para comenzarla. Jesús espera de los suyos que formen sin dilación un grupo humano que haga patentes en el mundo las relaciones propias de la nueva sociedad. De este modo, según la intención de Jesús, su comunidad debe ser el germen de una humanidad nueva.

Numerosos son los pasajes evangélicos que directa o indirectamente tratan de la comunidad de Jesús; en ellos se describen las actitudes que hacen posibles las nuevas relaciones humanas, los obstáculos dentro de la comunidad, la relación de ésta con Jesús y con el Padre, y su misión en el mundo que la rodea. Sorprendentemente, no se encontrará en estos pasajes que Jesús determine la estructura de su comunidad ni que le diseñe un plan de futuro. Las principales características de la comunidad cristiana que se deducen de los evangelios son las siguientes:

1 - Una comunidad identificada con Jesús

El fundamento de la nueva comunidad humana es la adhesión a Jesús como Mesías, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16). Todo el que da esta adhesión a Jesús constituye una piedra o sillar que entra en la edificación de la sociedad nueva o reino de Dios (Mt 16,18).

«Mesías» es el término hebreo que designa al salvador enviado por Dios para transformar la sociedad humana. En la concepción judía, el Mesías era llamado «el Hijo de David», porque se le concebía como un rey en la línea de David, es decir, guerrero y victorioso (Mc 10,47 par.). El reino de Dios esperado por los judíos se limitaba a Israel. A esta concepción se opone la del «Mesías Hijo de Dios», es decir, el que no tiene por modelo a David, sino a Dios mismo, y a éste como dador de vida («Dios vivo»). La transformación de la sociedad, por tanto, no utilizará la violencia ni se realizará desde el poder, sino que se efectuará mediante la comunicación de una vida (el Espíritu) que superará incluso la muerte. Y no estará limitada a un pueblo, sino destinada a la humanidad entera.

Marcos define la adhesión a Jesús como «estar con él» (Mc 3,14), es decir, como prestar una adhesión incondicional a su persona y programa. Esto implica asumir sus valores y su estilo de vida. Es lo mismo que Juan expresa también como amor a Jesús (Jn 14,15), significando un amor de identificación. Esta adhesión o amor se expresa en la praxis y queda autentificada por ella. Así lo expresan Mateo y Lucas al poner en boca de Jesús que no basta llamarlo «Señor, Señor», sino que hay que poner en práctica su mensaje (Mt 7,21; Lc 6,46). Juan lo expresa como «cumplir los mandamientos de Jesús» (Jn 14,15.21), es decir, responder con actos concretos de amor a las exigencias que la realidad va presentando.

Una metáfora usada por los cuatro evangelistas para expresar la adhesión y su consecuencia la actividad es la del «seguimiento» (Mc 1,18; 2,14 par.). Seguir a Jesús significa mantener la cercanía a él mediante un movimiento subordinado al suyo. Es decir, se concibe a Jesús como a un pionero y a los discípulos como a seguidores del mismo itinerario.

La adhesión a Jesús no puede imponerse. Nace de modo espontáneo en el encuentro entre la inquietud y las aspiraciones del hombre y la persona y proyecto de Jesús. Uno da la adhesión a Jesús y a su proyecto porque en él ve colmadas sus propias aspiraciones. Encontrarse con Jesús significa descubrir la felicidad que procura la práctica de su mensaje (Mt 13,44.46: «tesoro y perla»).

Darán la adhesión a Jesús las personas inquietas, las que no se conforman con la situación en que se encuentran individualmente ni con la de la sociedad humana, los que sienten ansia de una mayor plenitud de vida. Los instalados, los seguros, que no desean el cambio, le negarán su adhesión.

Los evangelios presentan a Jesús como «el Hijo del hombre» (el Hombre por antonomasia) (Mc 8,31 par.) y el Hijo de Dios (Jn 3,17). De este modo indican que en Jesús se manifiesta al mismo tiempo lo que es el hombre y lo que es Dios mismo. Con la expresión «el Hijo del hombre» se indica el origen humano de Jesús; con la expresión «el Hijo de Dios», su origen divino. Pero, según la fuerza del término «hijo» en el estilo semítico, las expresiones indican, además de origen, el modo de comportamiento. Jesús es así el paradigma del comportamiento humano y, al mismo tiempo, la expresión del. comportamiento de Dios mismo. La unión de las dos denominaciones en la misma persona indica que la meta del desarrollo humano es la condición divina; es decir, que el hombre llega a ser plenamente hombre cuando se comporta como Dios.

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