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Había una vez, en un reino muy lejano (tan pero tan lejano, que lo llamaremos “Reino Lejano”), un Rey muy pero muy bueno (tan pero tan bueno que lo llamaremos “Buenazo”). Buenazo quería mucho a sus súbditos, y ellos también lo amaban, porque era muuuy bueno con ellos. El Rey ofrecía grandes banquetes al pueblo. Vagabundos nunca se veían en Reino Lejano (Ni siquiera aparecía la palabra en el diccionario). Buenazo Tenía un solo hijo: Buenito.(Que de buenito no tenia nada).
Todos amaban a Buenazo. Hasta que un día un niño le contó un chiste muuuy pero muuuy gracioso al rey (era tan gracioso que no lo puedo decir). El Rey lo escucho muy alegre, y rió. Rió tanto, tanto que murió, murió de alegría.
Los súbditos que estaban presentes reían tanto que no podían hacer nada por el rey. Entonces llegó Buenito. Al ver la situación se enojo tanto que mando a matar al niño y los súbditos presentes. Y emitió un decreto que prohibía reír y mucho menos contar chistes en lugares públicos. No lloró mucho a su padre. Porque estaba muy ocupado haciendo reformas en Reino Lejano.
El nuevo rey impuso el doble de horas de trabajo a los Lejanenses y aumento los impuestos en un cuatrocientos porciento. La gente ya no era feliz en Reino Lejano. Buenito multiplico los ingresos del gobierno (en realidad sus propios ingresos) y no usaba un centavo para mejorar Reino Lejano, mas bien agrandaba mas y mas el castillo donde vivía.
Un día salió de su castillo a pedirle a la gente que le besara los pies. Entonces vio a una linda jovencita Lechera. Le pidió que se casara con el. Por supuesto Lidia (que así se llamaba la jovencita) se negó a esposarse de ese hombre avaro y falto de corazón. ¿Qué hizo Buenito? Lo que hace todo rico malcriado cuando no le dan lo que quiere. Lo compra. Así la pobre Lidia tuvo que ir a vivir al castillo con Buenito contra su voluntad.
Buenito contento mando ampliar mas y mas el castillo.