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En 1937, siguiendo los pasos del Guernica, Picasso realizó una serie de pinturas que representaban el rostro de una mujer desesperada. Una de las figuras del Guernica es una mujer que llora con su hijo muerto en brazos, y durante bastantes meses el pintor estudió el tema de su rostro angustiado, volviendo a proponerlo de una manera casi obsesiva hasta alcanzar un total de trece obras realizadas con técnicas diversas, junto con cuatro pinturas al óleo. Mujer que llora, la última y más elaborada de las piezas, señala la culminación de uno de los períodos creativos más intensos de su vida. Un aspecto característico de la obra de Picasso es la manera en que recomponía las formas humanas, la misma que empleaba para reordenar los distintos componentes de una naturaleza muerta en el cubismo desplazando los ojos, las orejas, la boca y la nariz para intensificar las emociones. Así, deformando la figura humana, sentía que podía expresar esto con mucha más fuerza que a través de representaciones convencionales.
Significado artístico
Aunque el rostro esté fuertemente distorsionado, parte del mismo es el de una persona real, la fotógrafa Dora Maar, que en aquella época era la pareja sentimental de Picasso. En el cuadro predominan las formas y los colores ásperos. Los rasgos del rostro están alterados y desmenuzados en formas recortadas que ponen de manifiesto el tormento interior de la mujer.
Los rasgos del rostro están alterados y desmenuzados
El dolor y el sufrimiento se hacen patentes. No hay lugar para la serenidad y el equilibrio. Las líneas se quiebran y los colores se contraponen. Los colores nos evocan los tonos de la bandera republicana. Son a su vez, tonos intensos, amarillos y rojos frente al frío azul que capta nuestra atención hacia el punto más dramático, unas inmensas manos y esa boca que muerde un pañuelo arrugado.
La atención del espectador se centra de inmediato en la zona fría, azul y blanca, en torno a la boca y los dientes. Los ojos y la frente están dislocados, literalmente rotos por la pena. La pintura no representa, si no presenta, el grito del dolor. El realismo fotográfico no sería suficiente para plasmar un sentimiento desgarrador que ha llegado a deformar la realidad. Igual que una metáfora en poesía, la pintura expuesta exagera también los rasgos de la mujer más significativos, las grandes manos que cogen el pañuelo, los ojos que no saben hacia dónde mirar. Así mismo, compositivamente, la perspectiva y el punto focal ha sido voluntariamente destruido, vemos a través de varios puntos de vista, no uno. El tiempo y el espacio se fragmentan, el caos, la inseguridad, la desesperación quedan sugeridos.