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La aparición del novedoso libro Mercaderes: comercio y consulados de Nueva España en el siglo XVIII, coordinado por Guillermina del Valle Pavón, en 2003, sin duda entusiasmará a muchos historiadores interesados en el amplio tema del comercio y la historia del virreinato. Escrito por especialistas en historia económica y social novohispana es un compendio de excelentes investigaciones sobre temas muy puntuales, analizados a profundidad. Todos los trabajos se basan en fuentes de primera mano, destacando, entre muchos otros, los grandes archivos españoles y mexicanos, así como los regionales y de notarías.
Aunque no enfoca un problema central, el libro conforma un conjunto de excelentes estudios, verdaderas "joyitas", por lo que cada uno merece ser tratado por separado, con la desventaja que esta reseña resultará algo abultada y excedida en páginas.
Después de la breve introducción firmada por la coordinadora y Ernest Sánchez Santiró, el estudio de María Teresa Huerta "Comerciantes en tierra adentro, 1690-1720" subraya el peso del capital mercantil en relación con la explotación minera norteña en ese periodo. Experta en estos temas, esta historiadora muestra el control monopólico de las economías locales que ejercieron los grandes mercaderes del centro en esas zonas mediante el crédito y el abasto comercial y las grandes redes de influencias políticas y sociales que se tejieron. También describe cómo se vincularon los conflictos locales sociales y militares con la expansión al norte y el abasto de presidios, y cómo mineros, hacendados, comerciantes locales, funcionarios y militares entraban a formar parte de estas impresionantes cadenas y redes económicas y sociales de los comerciantes del Consulado de México al terminar el siglo XVII e iniciarse el XVIII.
El estudio de Iván Escamilla González profundiza en la situación que enfrentaron los mercaderes novohispanos en la época de la extinción de la dinastía austríaca, la guerra de sucesión en Europa y el ascenso de la casa de Borbón con Felipe V. Analiza el problema de las rivalidades entre los grandes comerciantes, es decir, los flotistas y franceses que acompañaban los intereses reales de los Borbones en la metrópoli y en Nueva España los miembros del Consulado de México, en especial los "mercaderes de plata", quienes supieron establecer una nueva alianza con la autoridad real basada en donativos y préstamos a la corona. Estas hábiles negociaciones les permitieron mantener el control de los mercados internos novohispanos. Además de los problemas vinculados con la relación entre el Consulado y las instituciones políticas la Real Hacienda, el Ayuntamiento de la ciudad de México, el cobro de impuestos, por ejemplo, es de gran interés conocer de cerca el trato político de estos mercaderes de la ciudad de México con oidores, virreyes, visitadores y la propia corona.
Los siguientes dos trabajos se concentran en la época en la que ya se había consolidado la nueva casa reinante y se implantaban cambios administrativos en la metrópoli encaminados a dinamizar los intercambios con sus colonias. La transformación del abasto de armadas y presidios del Caribe que estudia Johanna von Grafenstein muestra la rivalidad existente entre los intereses de los que abastecían de manera monopólica las islas de harinas producidas en Puebla y los intereses cubanos que trataban de obtener mayor autonomía en el manejo del situado en metálico y querían facilitar la entrada ilícita de granos procedentes de las trece colonias británicas a mejores precios. El análisis explica muy bien la importancia para el imperio y para el sistema económico novohispano del sistema defensivo del Golfo-Caribe y del abasto, dentro de la época de 1760-1780, en el marco de las grandes rivalidades político-militares entre las potencias de la época en esa estratégica zona. Concluye que el sistema de abasto constituyó una fuente considerable de ganancias para algunos particulares a costa de la Real Hacienda y que su asignación originó gran competencia entre comerciantes regionales. La elite comercial habanera, como la poblana y veracruzana, enriquecieron a través de la provisión de las plazas militares del Caribe. Como explica la autora, ese abasto involucraba también a un gran número de productores, transportistas y comerciantes locales que, en el ámbito regional, aún requieren de ser abordados en más estudios.
La importancia del comercio intercolonial e interregional que subraya el estudio de Grafenstein para este periodo de la segunda mitad del siglo XVIII también se percibe en los demás excelentes estudios regionales del libro: el de Sánchez Santiró, sobre las alcaldías mayores de Cuernavaca y Cuautla; el de Carmen Blázquez, sobre los comerciantes de Jalapa; el de Jesús Hernández Jaimes, sobre las costas del Pacífico, y el de Clara Elena Suárez, sobre Zacatecas.