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En este marco de debate, y desde perspectivas diferentes, se han creado multitud de categorías de análisis para entender los procesos de desarrollo e implantación democrática en América Latina. A veces se han recuperado fórmulas de comprensión que aparecen en la literatura clásica. Sirva de ejemplo el uso que la teoría de la dependencia hace del concepto de soberanía nacional para determinar que es la secular carencia de la misma (y el consecuente afianzamiento de un orden oligárquico de dominación vinculado al exterior) lo que explica la falta de arraigo de los valores y la práctica democrática en la región 2.
En términos globales el análisis, con frecuencia, se focaliza en dos direcciones diferentes, dependiendo de la dimensión del propio análisis que se quiera enfatizar. Frente a aquellos teóricos más preocupados por las cuestiones relativas al "procedimiento" 3, cuyo trabajo ha conducido a una comprensión sistemática pero quizás un tanto incompleta de la cuestión, al centrar su atención en lo que podríamos llamar "aspectos puramente formales de la democracia", se encontrarían aquellos otros que enfatizan la importancia de elementos medioambientales tales como, en la literatura crítica latinoamericana, la necesidad de justicia o igualdad social 4 como circunstancia previa e indispensable para el buen funcionamiento del régimen democrático.
En los últimos tiempos viene siendo de gran importancia un tipo de análisis que centra su desenvolvimiento en el uso de una categoría cual es la de "gobernabilidad". En oposición a categorías como "representación", el concepto de gobernabilidad insistiría en "la capacidad que tienen los gobernantes de tomar decisiones que atiendan demandas efectivas de los gobernados y de viabilizar la reproducción de las condiciones de preservación del poder" 5. Visto desde este ángulo el concepto de gobernabilidad podría chocar también con el de "participación", pues acaba por interpretarla como foco generador de propuestas y reivindicaciones incómodas, potencialmente opuestas a la racionalidad gubernamental. Quienes hacen esta crítica encuentran un camino más fecundo en el estudio de la democracia en términos de cultura política, tanto en lo relativo a participación política como a cultura cívica.
Desde perspectivas muy distintas algunos autores, en un intento de flexibilidad analítica que concluye, a nuestro parecer, en una concepción teórica un tanto imprecisa, destacan el carácter "dúctil" de la democracia y, por ende, su capacidad de adaptación y desarrollo en distintos entornos. En este caso se presupone el alto potencial del régimen democrático para extraer de las más variadas circunstancias los mejores resultados. La democracia es incertidumbre en cuanto a resultados y certidumbre plena respecto de los procedimientos 6.
Estas últimas tesis dejan la puerta abierta a la posibilidad de surgimiento de regímenes de gobierno y participación ciudadana que se desarrollarán de acuerdo a las condiciones en las que aparezcan. Es decir, sobre la base de las mismas, sin desconocer la realidad del medio sino surgiendo desde él. Cabe preguntarse si esas mismas circunstancias no están impidiendo o impedirán eso que podríamos llamar la aparición autóctona de nuevas democracias o el afianzamiento de aquellos regímenes que, en la región, puedan ser categorizados, de una u otra forma, de democráticos.
Otra de las perspectivas de análisis es la que se ha centrado en el estudio de las transiciones. Transición de regímenes no democráticos de gobierno a otros que los son. Es decir, se trata de pasar de un estadio inferior, como por ejemplo la dictadura militar, a otro superior que en algunos contextos se califica simplemente de "normal". El enfoque ha implicado, por lo general, concentrarse en los recursos políticos, económicos y culturales de los que dispone la sociedad para sortear con éxito el camino hacia el objetivo. Un aspecto emerge cada vez con más fuerza a medida que las dificultades de las "transiciones realmente existentes" se van haciendo más evidentes. En este punto cabe interrogarse acerca de quiénes movilizarán estos recursos.
Colombia no ha sufrido dictaduras militares y, por tanto, el esfuerzo de transición que pueda estar haciéndose o que convenga hacer no se incardina en un intento de inventar la democracia o popularizar instituciones o prácticas inexistentes u olvidadas, como sí es el caso de los países del Cono Sur. Los "defectos" o disfunciones que puedan encontrarse en el sistema democrático están relacionados con insatisfacciones crecientes con respecto del cuadro institucional y el sistema de partidos. Es ya de amplia aceptación la hipótesis de que tal esfuerzo pugna por revertir en una evolución definitiva desde la "democracia apenas representativa" a otra "participativa".