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La Tierra se formó, como la mayoría de los componentes del sistema solar, hace unos 4.550 millones de años. La vida apareció sobre la Tierra cuando el planeta aún era muy joven, hace unos 3.850 millones de años. La continuidad y unidad de la vida que conocemos hoy se pone de manifiesto en la uniformidad de los sistemas genéticos y en la composición molecular de las células vivas. Durante los primeros 2.000 millones de años de evolución, los microorganismos procariotas (bacterias y arqueos) fueron los únicos habitantes de la Tierra y los que «inventaron» casi todas las estrategias metabólicas que se conocen hoy en día. Un «error» metabólico, la producción de oxígeno, originó la vida aerobia; uno estratégico, la endosimbiosis, originó la célula eucariota. La evolución conecta la vida a través del tiempo y, como en todo proceso evolutivo, los organismos y sistemas posteriores no pueden prescindir de los organismos y sistemas que los han precedido. Las plantas, los hongos y los animales emergieron de un mundo microbiano y mantienen un estrecho vínculo de dependencia con los microorganismos.
El origen de la vida, o biopoyesis, se pudo producir en nuestro planeta, quizá varias veces, poco después de que hubiese agua líquida. Si la biopoyesis se produjo en Venus y Marte en algún momento de su historia «geológica», quizá no continuó en ninguno de ellos. Lo que hizo posible el mantenimiento de la vida en la Tierra fue el desarrollo de los ecosistemas, o ecopoyesis, que evitó el agotamiento de los elementos biogénicos de la superficie del planeta, lo que habría ocurrido en un tiempo máximo de 200 o 300 millones de años, y que habría provocado la extinción primigenia de la vida. Desde entonces, el establecimiento de las cadenas tróficas, en las que los productos del metabolismo de unos organismos sirven de nutrientes para otros, permite el reciclaje de la materia. Esta aparición de ecosistemas fue esencial porque en tanto que la energía solar es aparentemente ilimitada, no sucede lo mismo con la materia que hay sobre la Tierra. Este comportamiento de los microorganismos, aprovechamiento máximo de la energía y reciclaje de la materia, aseguró la continuidad y permanencia de la vida sobre la Tierra. La actividad de los primeros ecosistemas determinó la evolución posterior del planeta, que hasta hace ahora aproximadamente 1.800 millones de años tuvo como únicos habitantes los procariotas.
El aire es un elemento esencial para el desarrollo de la vida en la Tierra, sin él no podrían existir las plantas, los animales, ni los seres humanos.
El aire es una mezcla de gases que forman la atmósfera, es por ello que se encuentra en todas partes. Sus componentes principales son el nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono, neón, helio, entre otros. Todos ellos de gran importancia y necesarios para que los seres vivos realicen funciones vitales, como las siguientes:
Gracias al oxígeno en la atmósfera, podemos respirar.
El dióxido de carbono es la base para la fotosíntesis.
El aire permite la existencia del fuego, el sonido, el viento, las nubes, las lluvias, etc.