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La frase que afirma que “los niños de ahora no son como los de antes” se repite con cada cambio generacional y siempre se involucra en estos cambios el uso de las tecnologías. La llegada del televisor, las computadoras, los celulares, las tablets y los robots han sido los culpables de las miles de fantasías que crecen en la mente de los adultos suponiendo el comienzo de generaciones cada vez más inteligentes, incluso virtuales.
Lo cierto es que de aquellas fantasías que sólo se podían reproducir en películas o dibujos animados, o en discusiones analíticas que traspasaban la barrera de la ficción, algunos procesos evolutivos se fueron concretando y haciendo cada vez más reales.
Es así como en la década del noventa se hablaba y polemizaba sobre los adolescentes hiperconectados y años más tarde se naturalizó que tanto niños como adultos convivan en una sociedad mitad real, mitad virtual. No es extraño ver, en la actualidad, que los pequeños de la casa manejen un smartphone o una tablet a la perfección pudiendo descargar juegos de una tienda online, estudiándolos y resolviéndolos con velocidad, y con tan sólo tres años.
Para que esto suceda, convergen dos situaciones: por un lado una oferta de productos tecnológicos y por otro lado, una demanda de los mismos por parte de consumidores cada vez más pequeños. Por supuesto, los niños no van solos hacia la estantería de tablets, no al menos sin que un adulto les haya enseñado el fantástico mundo que devino después de la revolución industrial.
Bastará con encenderles la curiosidad una sola vez para generar un hábito muy diferente del que han vivido el padre, madre, educador o, incluso, el hermano mayor, en su infancia.
En el artículo Techie Teens, como son los adolescentes con hábitos 2.0 se confirma mediante un estudio de la consultora Pew Research Center que “el 92% de los adolescentes reconocen conectarse a diario” y que el 24% de ellos “aseguran estar en línea constantemente, mientras que el 54% de ellos admiten conectarse varias veces al día”.