Alguien me puede dar un cuento inventado sobre el respeto en las conversaciones de los demás plisssss!!!!!!!!!!!!!!
No importa si es corta o larga
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EL SECRETO DE SAÚL
Saúl era un niño que vivía rodeado de comodidades y privilegios. Su padre era un experto cirujano y su madre una escritora de éxito, así que la familia residía en una enorme casa con jardín, piscina y un garaje en el que dormían dos coches de alta gama. A sus once años no le faltaba de nada: vestía a la última moda, tenía un cuarto privado repleto de juegos, y en la pared de su dormitorio colgaba una televisión tan grande que más bien parecía una pantalla de cine.
A pesar de su gran fortuna, Saúl se pasaba el día con el ceño fruncido y mostrando una actitud tan apática que daba la sensación de estar enfadado con el mundo. Últimamente no soportaba madrugar y odiaba tener que ir al colegio cinco días por semana, sobre todo porque su profesor le parecía un señor insoportable y cada vez
hablaba menos con sus compañeros de aula. Si hacía buen tiempo, cuando a las tres terminaba la jornada escolar, Saúl cruzaba la calle cargado con su mochila y caminaba un corto trecho hasta llegar al Parque de los Almendros. Era su lugar favorito para desconectar de los problemas de matemáticas y la larga lista de capitales de países que le obligaban a memorizar. Una vez allí, solía sentarse en un banco de madera desde el cual podía contemplar una panorámica preciosa de la arboleda y del lago con forma de corazón donde siempre chapoteaban unas cuantas familias de patitos.
Sucedió que, una de esas tardes, se acercó a su banco habitual, tomó asiento, y al mirar al frente descubrió que a pocos metros habían colocado una estatua de mármol blanco. Le llamó mucho la atención, pues representaba la figura de un niño de su edad, descalzo y cubierto de harapos, que parecía mirarle fijamente.
– ¡Qué estatua tan deprimente! Podían haber puesto la figura de un príncipe o una diosa romana en vez de la de un andrajoso mendigo.
Según pronunció estas palabras, escuchó una voz infantil.
– ¿De verdad crees que solo soy un trozo de piedra al que un escultor ha dado forma?
Saúl dio un respingo y su corazón empezó a latir a toda velocidad. Tras unos segundos de desconcierto, se abanicó con la palma de la mano y trató de recomponerse. ¡El calor de esos primeros días de verano le estaba haciendo delirar!
– ¡Qué susto! Por un momento pensé que la estatua me estaba hablando. ¡Será mejor que me vaya!
Se estaba poniendo en pie cuando volvió a escuchar la misma voz.
– Sí, te hablaba a ti. ¡Aguarda, por favor!
Saúl miró de izquierda a derecha por si algún paseante había oído lo mismo que él, pero sorprendentemente nadie parecía percatarse de nada. Atemorizado, anduvo unos pasos y se situó junto a la escultura anclada al pequeño pedestal. A simple vista calculó que el chico de piedra tenía su misma edad y estatura, pero cuando lo miró con más detenimiento se estremeció porque se parecía muchísimo a él: la misma forma ovalada del rostro, los ojos rasgados, la nariz respingona heredada de su abuelo… ¡Era una réplica casi perfecta de sí mismo!
Se le ocurrió que quizá todo era parte de un programa de televisión de esos que gastan bromas pesadas a la gente que va tan tranquila por la calle, así que se fijó en los árboles cercanos por si entre las ramas localizaba alguna cámara oculta. No vio nada extraño y se le erizó la piel. La situación comenzaba a producirle pavor.
– No te preocupes, no estás loco. Por increíble que parezca, me estoy comunicando contigo y solamente tú puedes escucharme. Tócame, que te prometo que soy completamente inofensiva.
Saúl obedeció. Aparentemente la estatua era como otra cualquiera: dura, fría e impasible, pero la escuchaba hablar como si fuera un humano de carne y hueso. ¿Cómo era posible? ¿Utilizaba un sistema de telepatía? ¿Alguien la dirigía desde una torre de control? ¡Estaba tan perplejo que ya no era capaz de distinguir si las palabras le entraban por las orejas o iban directamente a su cerebro!
– ¿Quién eres?… ¿Quién te ha fabricado y por qué te pareces a mí?
– La historia es muy larga de contar, pero para resumir te diré que soy el resultado de un impresionante experimento científico.
A Saúl empezaron a temblarle las piernas como flanes y se puso tan nervioso que creyó que iba a desmayarse.
– ¿Un experimento? ¿Cómo esos que salen en las pelis de ciencia ficción?
– ¡Exacto, has dado en el clavo!
Su cara se desencajó y notó que el sudor le caía a chorros por el cuello.
– No tienes nada que temer; lo entenderás en cuanto te lo explique.
– ¡Pues no sé a qué estás esperando!
– Un grupo de expertos lleva años trabajando en un importante centro de investigación de esta ciudad con un objetivo: lograr que todos los niños que viven aquí sean felices.