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El arte de la legislación combina, idealmente en partes iguales, conocimientos técnico-jurídicos, y experiencia política. Esto puede parecer sorpresa para algunos, que estiman como la […]
El arte de la legislación combina, idealmente en partes iguales, conocimientos técnico-jurídicos, y experiencia política. Esto puede parecer sorpresa para algunos, que estiman como la mayor virtud la corrección de la norma y su sentido claro.
Sin embargo, en las democracias modernas, la creación de leyes está encargada a un cuerpo deliberativo compuesto por representantes populares; esto es, ciudadanos electos por sus votantes, en base a justipreciar sus ideas políticas, su pertenencia a un partido, o su carisma y atractivo personal.
Por tanto, el conocimiento legal no es, necesariamente, un parámetro que use el ciudadano al momento de votar por su futuro legislador. Desde luego, esto no quiere decir que el futuro diputado o senador este ayuno de información jurídica, pero en todo caso, no se requiere formación en tal ciencia para ocupar su cargo.
No es, tampoco, un defecto insuperable. Los parlamentos modernos cuentan con oficinas de apoyo a los legisladores, que además, pueden apoyarse en asesores o ayudantes que suplan la deficiente pericia jurídica.
Lo anterior nos sirve para afirmar que las leyes son producto más de lo político que de lo jurídico. Esto, porque son políticas las consideraciones que llevan a un parlamentario a presentar una iniciativa o a votarla en un sentido, políticas son también las negociaciones que buscan aprobar o rechazar un proyecto. Y políticas las razones que pueden llevar al ejecutivo a vetar una ley.
Desde luego, una ley políticamente adecuada debe contar con una redacción jurídicamente bien realizada. Sin embargo, puede suceder lo contario.
¿Existe o existió el derecho perfecto?, si, con los romanos. El derecho latino clásico, tan importante por ejemplo en la materia civil, es un conjunto armonioso de disposiciones sabias, construidas con la solera de los grandes juristas. Pero, justamente por eso, era un derecho no democrático. Era producto de los sabios, no de los representantes del pueblo.
Puesto a elegir, prefiero leyes imperfectas, pero democráticas; que normas perfectas, pero autocráticas.
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