• Asignatura: Religión
  • Autor: marialys18
  • hace 6 años

4 prolongaciones de Jesús en los 4 evangelios

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Respuesta dada por: agsanchez
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Respuesta:

El misterio pascual incluye la Pasión, la muerte y

la resurrección de Jesús. Se trata de hechos decisivos

de su vida y por eso los anunció a sus discípulos. Sin

embargo, éstos, dominados por sus prejuicios, no comprendieron el sentido de aquellas profecías ni consiguieron explicarse cómo podía sufrir y morir aquel que

da la vida a los otros. Lo comprenderán plenamente

sólo después de la resurrección. Entonces entenderán la

importancia capital del misterio pascual, hasta el punto

de convertirlo en el objeto privilegiado y principal de la

predicación. Así nació el kerigma (= anuncio), presentación esencial de lo que es preciso conocer y vivir para

participar en la salvación de Jesús. Es el evangelio «liofilizado», presentado por el apóstol Pedro en el día de

Pentecostés: «Jesús de Nazaret [...]. Dios lo entregó conforme al plan que tenía previsto y determinado, pero vosotros,

valiéndoos de los impíos, lo crucificasteis y lo matasteis.

Dios, sin embargo, lo resucitó» (Hch 2,22-24).

Los relatos de la Pasión, muerte y resurrección, precisamente por su importancia capital, fueron los primeros que encontraron una organización ordenada. Eran

recordados de manera habitual al celebrar el memorial de

la cena y al hablar de Jesús. No se trataba de un simple

relato de cronista, como si fuera un tributo que es

preciso pagar a la información o a la curiosidad, sino

de un anuncio cargado de fe. Se trata de creyentes que

hablan a otros que ya creen o que pretenden abrirse a la

fe. La acogida que se brinde hoy a estos relatos también

será fructuosa en una medida directamente proporcional

a la participación en la fe. Sin embargo, estamos ante

unos hechos reales, leídos a la luz de todo el plan divino

(de ahí la abundancia de las citas bíblicas) y presentados

con un desconcertante realismo.

El relato rehúye la tentación de apagar la curiosidad

del lector. Lo podemos notar en el hecho de que faltan

todos los elementos que pudieran iluminar los sentimientos de los protagonistas; por ejemplo, nada se

sabe de los motivos que impulsaron a Judas a entregar

al Maestro por un puñado de dinero (de modo contrario al gusto de los novelistas y dramaturgos modernos, «la predicación apostólica no muestra ningún

interés por la psicología de los personajes» [K. H.

Schelke]). Lo notamos también en el hecho de que faltan los elementos edificantes, como lo demuestra la

desconcertante concisión de la misma crucifixión. Hubiera sido fácil detenerse en detalles particulares que

presentaran a Jesús como un héroe, como un campeón

en el arte de soportar el dolor, como una víctima del

poder inicuo.

La comunidad primitiva no predicó nunca la Pasión

sin unirla de una manera inmediata y directa con la resurrección; sin ésta, tampoco aquélla hubiera tenido

significado. Separada de la resurrección, la muerte de

Jesús se parece a la de Sócrates o a la de algunos de los

grandes hombres del pasado: tendríamos un héroe más,

pero no al Salvador de la humanidad. Jesús seguiría

siendo un derrotado, una de las víctimas inocentes e impotentes de un sistema tiránico y homicida. Entraría en

la regla general y no sería noticia, y mucho menos «Buena Noticia», o sea, precisamente Evangelio. Jesús, por el

contrario, constituye una excepción llamativa y como

tal ha sido dada a conocer su vida. Jesús ha imprimido

en la historia una novedad que permanece en el tiempo.

Pasados dos mil años, continúa sorprendiendo y, lo que

es más importante, encontrando seguidores que hacen

continua esa excepción.

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