que condiciones ambientales permitieron el desarrollo de las grandes culturas prehispánicas en mesoamerica
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Desde épocas muy remotas, la supervivencia de los grupos inmigrantes que fueron poblando Mesoamérica dependió de la gradual selección de animales y plantas con las cuales satisfacían sus necesidades alimentarias y de salud, circunstancias inseparables que, de manera natural e intuitiva, coadyuvaron al impulso psíquico y corporal de las antiguas civilizaciones.
Al mismo tiempo, la posición geográfica y el relieve de esta región fueron fundamentales para la creación de ambientes donde la interacción de factores favoreció la proliferación de formas de vida tan diversas que no resulta tan sorprendente la descripción de más de 600 animales y 2,500 plantas útiles dentro del territorio prehispánico ocupado en la actualidad por la República Mexicana.
Algunos investigadores reconocen el perfeccionamiento de tácticas que sustentaron la supervivencia de nuestros antecesores, como la caza, la recolección y la pesca. La captura de distintos peces y la cacería de armadillos, tlacuaches, víboras y demás fauna silvestre permitió la ingesta de proteínas de origen animal. En cuanto al aprovechamiento de las especies arbóreas, arbustivas y herbáceas se refiere, es muy factible que la apropiación de la totalidad o de algunas de sus partes se remonte al periodo de 3800 a 1700 a. de C.
Ahora bien, aunque la base de la alimentación en las aldeas e imperios que florecieron en el área mesoamericana fueron el frijol, el maíz, el chile y la calabaza, el uso de consumibles como los nopales, tunas y pitahayas era común. Sin embargo, el aprovisionamiento de todos ellos dependía del comportamiento fenológico de la planta en turno, sobre todo cuando se deseaban recolectar las flores de maguey, colorín, izote o mayo, vainas de mezquite, semillas de amaranto y diversas leguminosas, así como también las inflorescencias del quelite y el loroco, entre otras.
Con referencia a los procedimientos de obtención de sus satisfactores, se afirma que el progreso de las sociedades de recolectores-cazadores ocurrió desde la llegada del hombre al continente americano hasta el momento justo cuando los saberes acumulados tras el contacto cotidiano con los recursos florísticos favoreció el modo de interactuar de los tribus nómadas o seminómadas con su entorno, pues al volverse sedentarias surgieron las primeras aldeas, donde se debía superar la escasez de materiales para el sustento que la naturaleza por sí sola les ofrecía.