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Respuesta:
El resumen des
Explicación:
El ladrón de cadáveres es un cuento rápido; la historia entretiene, desde un principio el tema mórbido atrapa al lector: un arruinado y borracho Fettes se encuentra en una taberna de mala muerte con un viejo doctor londinense muy reputado de apellido Macfarlane y allí ambos recuerdan las circunstancia en que se conocieron. Fettes fue un alumno destacado del doctor K., instruido para ser su segundo auxiliar de prácticas en cirugías. Como ayudante, tuvo que anfrentarse a la realidad nocturna y a negociar con hombres sin escrúpulos; así trabará amistad con el cruel Wolfe Macfarlane, quien le inducirá a guardar un terrible secreto: los resurreccionistas asesinan para llevar cadáveres frescos a las mesas de cirugía. El horror se desencadenará cuando un tal Gray atormente a Macfarlane con un oscuro enigma del pasado y éste decida deshacerse de él para siempre. A partir de este punto, Fettes y Macfarlane se verán envueltos en un torbellino provocado por la figura del muerto, que funciona como una conciencia que los persigue hasta el final, cuando deciden profanar ellos mismos otras tumbas para llenar su stock.
El cuento tuvo una amplia repercusión posterior. En el año 1943, un joven Robert Wise filma la película homónima, con la actuación estelar de Boris Karloff -posiblemente la mejor de su dilatada carrera- como el profanador Gray, además de contar con un fantástico Henry Daniell como el temido Macfarlane. El ambiente de la película, muy acorde con la atmósfera oscura posterior a la Segunda Guerra Mundial (y sobre todo en la productora R.K.O.), hacen de ella una buena adaptación, capaz de generar bastante más miedo que el original literario. Mucho debe el éxito de la producción a la magnífica actuación de Karloff como un siniestro Gray. Su voz profunda, además de su expresión característica, dotan al personaje de una oscuridad notable e inimitable. Además, es importante recalcar que compartió escenas con Béla Lugosi, quien fuera el inmortal Drácula en la película de Tod Browning (1931).
Robert Louis Stevenson nos entrega un cuento que ha quedado un tanto diluido entre su magnífica producción novelesca. Siempre es posible redescubrirlo, pues es innegable el valor que tiene como documento histórico, además de ser una narración increíble y capaz de generar una incomodidad terrible. El autor es elegante hasta en el último trazo, nunca prorrumpe en escenografías burdas ni detalles escabrosos, pues deja abierta a la imaginación del lector lo insinuado para lograr su cometido. No puede dejarse de lado tampoco la ayuda que le brindó el cine para hacer masiva su imagen en el inconsciente colectivo. Aún pone los pelos de punta la voz de Karloff gritando: “¡Nunca te librarás de mí!” en la noche tormentosa y oscura.