Respuestas
Orígenes del desarrollo forestal comunitario
En un inicio, la FAO definió el desarrollo forestal comunitario como “cualquier situación que involucre íntimamente a la población local en una actividad forestal. Abarca una gama de situaciones que van desde pequeñas parcelas boscosas en zonas de escasez de leña, y otros productos forestales para suplir necesidades locales, pasando por la producción de árboles a nivel de fincas para obtener productos comercializables, y la elaboración de productos forestales a nivel familiar, artesanal o de pequeña industria a fin de obtener ingresos, hasta las actividades de las comunidades silvícolas” (FAO, 1978). De este modo, se consideraba que el desarrollo forestal comunitario abarcaba tanto las actividades realizadas por las familias, los agricultores y demás personas, como las relacionadas con la comunidad en su conjunto.
Normalmente, estas actividades fueron desde siempre integradas a la vida rural. Es pues pertinente empezar por preguntarnos por qué surgió un intenso y repentino interés por estas relaciones entre la población y los árboles a mediados y finales de los anos setenta, y también por qué no se había manifestado antes. En otras palabras, ¿por qué se había prestado antes tan poca atención a los abundantes pero muy dispersos recursos forestales que desde siempre formaban parte del paisaje rural?
Las respuestas, como es natural, varían de una situación a otra y de un lugar a otro. Sin embargo, son evidentes algunos factores comunes.
En primer lugar, está la separación casi total que se ha establecido entre la silvicultura y la agricultura. Tradicionalmente, la mayoría de los servicios forestales sólo se dedicaban a los árboles en zonas definidas como bosques, y la mayoría de los servicios agrícolas se preocupaban únicamente de las especies de árboles domesticadas y adoptadas como cultivos perennes. Entre estas dos categorías, la mayoría de las especies silvestres mantenidas por las poblaciones rurales quedaban de hecho desatendidas, e incluso desapercibidas.
Sin embargo, sería erróneo concluir que la cuestión del suministro de productos forestales a la población rural estaba también necesariamente desatendida. En muchos países ésta había sido una de las actividades principales de los servicios forestales. Pero, por lo general, consistía en una reducción de escala de los parámetros convencionales de manejo forestal hasta el nivel de las parcelas forestales de las aldeas o comunidades. Asimismo, era ejecutada por medio de los servicios estatales, o siguiendo instrucciones oficiales, y no se trataba de recursos forestales establecidos y manejados por la misma población rural. Además, se veían con desconfianza las intervenciones estatales para impulsar la plantación de árboles, entanto que se consideraban como una manera encubierta de enajenar las tierras, y porque se utilizaban con demasiada frecuencia métodos coercitivos para ejecutar los proyectos. En los años cincuenta y sesenta, incluso este nivel de intervención estatal para satisfacer las necesidades de productos forestales en zonas rurales tendió a disminuir a favor de la silvicultura industrial, al adquirir ésta mayor importancia como consecuencia de las teorías y programas de desarrollo que promovían el papel motor de la industria, y al aumentar la preocupación por mantener las funciones protectoras de los bosques.
A mediados de los años setenta se vio claramente que las estrategias de desarrollo basadas exclusivamente en la industrialización no funcionaban. Eran pocos los países que de este modo habían logrado un crecimiento relevante y sostenido. El crecimiento así conseguido se limitaba a determinadas zonas y, muy a menudo, guardaba escasa relación con las necesidades reales de la población; la riqueza generada rara vez beneficiaba al conjunto de la misma. De hecho, las modalidades de crecimiento eran tales que en realidad empobrecían aún más a quienes no formaban parte de los sectores en expansión.