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6
EL ROMANCE DE LA NARANJA - Leonardo Páez Maldonado.
En un caminito estrecho
se encontraron de repente
el limón y la toronja.
La toronja iba por agua;
el limón por un poquito
de almíbar para su sangre.
El limón, gran mujeriego;
caballero de experiencia
en asuntos amorosos
pensó, para sus adentros,
que era el momento propicio
de efectuar una conquista.
La tímida toronjita,
viéndose en trance tan duro,
pretendió darse la vuelta
y correr para su casa.
Pero el limón atrevido,
cortando el paso a la niña
y fingiendo dulce acento
empezó a cantar endechas
de amor a la toronjita.
-¡Cuánto tiempo te he buscado
y hoy, por fin, te tengo cerca!
¡Te quiero, ¿sabes?, te quiero!
y serás mi compañera.
¡Te quiero, sabes, te quiero!
y nos casaremos pronto-
Enmudeció la toronja
de susto y consternación.
Las hojitas del penacho,
que llevaba en la cabeza,
temblaron como agitadas
por la brisa de la tarde.
Hablaba el limón tan en serio,
con una cara de agria,
que la pobre toronjita,
haciendo valer recursos
que nos dan los dramas viejos,
cerró sus dos mil ojitos
y se desmayó en los brazos
del bandolero limón.
Que después nació una niña,
vergüenza de toronjales
y orgullo de limoneros.
Los más viejos de la casa
bautizaron a la niña
con el nombre de Naranja.
En un caminito estrecho
se encontraron de repente
el limón y la toronja.
La toronja iba por agua;
el limón por un poquito
de almíbar para su sangre.
El limón, gran mujeriego;
caballero de experiencia
en asuntos amorosos
pensó, para sus adentros,
que era el momento propicio
de efectuar una conquista.
La tímida toronjita,
viéndose en trance tan duro,
pretendió darse la vuelta
y correr para su casa.
Pero el limón atrevido,
cortando el paso a la niña
y fingiendo dulce acento
empezó a cantar endechas
de amor a la toronjita.
-¡Cuánto tiempo te he buscado
y hoy, por fin, te tengo cerca!
¡Te quiero, ¿sabes?, te quiero!
y serás mi compañera.
¡Te quiero, sabes, te quiero!
y nos casaremos pronto-
Enmudeció la toronja
de susto y consternación.
Las hojitas del penacho,
que llevaba en la cabeza,
temblaron como agitadas
por la brisa de la tarde.
Hablaba el limón tan en serio,
con una cara de agria,
que la pobre toronjita,
haciendo valer recursos
que nos dan los dramas viejos,
cerró sus dos mil ojitos
y se desmayó en los brazos
del bandolero limón.
Que después nació una niña,
vergüenza de toronjales
y orgullo de limoneros.
Los más viejos de la casa
bautizaron a la niña
con el nombre de Naranja.
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