Respuestas
No es fácil contestar esta pregunta, muchos intelectuales de diversas disciplinas han intentado resolver este acertijo sin lograr un consenso al respecto. Las primeras respuestas consideraban a la época colonial como la fuente original de la discriminación fundamentada en el color de piel, hoy en día esta perspectiva no goza de total aceptación. Si definimos al racismo como una forma específica de discriminación basada en el color de la piel como explicación de las diferencias de comportamiento o psicológicas, la etapa colonial no parece ser el momento en que se consolidó esta actitud. La discriminación es un asunto bastante más amplio, puede originarse en diferencias religiosas, de género, de edades, etcétera. En ese sentido, la colonia no era una sociedad igualitaria, discriminaba en función de criterios religiosos (por ejemplo ser cristiano nuevo o viejo) y legales (esclavos-libres; españoles-indios) Parte de la confusión proviene de que consideramos a los españoles como “blancos”, mientras en la gran mayoría de documentos en el Perú tal equivalencia no es verificable. Ni ser definido como español, ni indígena se originaban en el color de la piel. Existen descripciones de españoles “trigueños” y de indios con piel “colorada”; sus diferencias son legales: unos provenían de antecesores peninsulares, los otros provenían de la población local regulada por un derecho diferente. En el caso de los esclavos la situación es un poco más compleja, poco a poco, con el transcurrir de la expansión europea, el color de piel negro fue identificado con lo inferior por medio de su vinculación directa con la esclavitud. Sin embargo, se pueden encontrar casos de mulatos en oficios mejor considerados: músicos, cirujanos, etcétera; que sin ser actividades de alto estatus son claramente mejor consideradas que el servicio doméstico o las labores agrícolas. Además, existen abundantes ejemplos de elites indígenas que fueron aceptadas en niveles superiores de la jerarquías sociales, evidenciando el principio de que el color de piel no denigraba a la persona automáticamente.
Durante la etapa republicana se construye un Estado basado en la igualdad ante la ley, eliminando las diferencias raciales y creando la categoría única de ciudadanos peruanos, si bien es cierto que tal proceso se completa con la eliminación de la esclavitud en 1854. En ese momento los afrodescendientes dejan de ser inferiores por ser esclavos, pero comienzan a ser definidos negativamente por su color de piel, las fuentes comienzan a percibirlos como lascivos, criminales, ociosos, etcétera. En el caso de los indígenas, su inferioridad y luego su exclusión de la participación política provienen de rasgos que serían definitivos para su percepción: el analfabetismo y el alcoholismo, ambos eran aspectos que impedían ejercer el derecho a voto. Paulatinamente se consolidó un discurso que va relacionando directamente el color de piel con rasgos culturales considerados inferiores: bailes, comidas, lenguas, música, etcétera. Una nueva columna vertebral organiza las percepciones sociales: la decencia, valor atribuible solo a algunos grupos fundamentalmente de origen europeo. En la segunda mitad del siglo XIX la influencia europea y el deseo de modernizar al Perú por esa vía fueron acompañados por proyectos de inmigración que no lograron su cometido, pero que reflejan los ideales de las elites decimonónicas. Sí tuvo éxito la contratación de trabajadores asiáticos (1849 chinos, 1899 japoneses) que no fueron percibidos como positivos, por el contrario, fueron percibidos como inferiores y rechazados no solo por las elites intelectuales, sino incluso por los sectores populares. A pesar de esta realidad los asiáticos lograron incorporarse a la sociedad peruana, por diversos medios tales como el trabajo y la vida cotidiana, contribuyendo a la ampliación de nuestra cultura y los mestizajes que conforman nuestra realidad actual.
Paulatinamente se consolidó un discurso que va relacionando directamente el color de piel con rasgos culturales considerados inferiores.
La mezcla de grupos de diverso origen produjo una cultura variada, con muchos intercambios que se reflejan en la comida, la música, la religión, etcétera. Sin embargo, estas prácticas no fueron capaces de articularse en un discurso que cuestione la discriminación racial; por el contrario, en los conflictos inter-personales era – y es – frecuente recurrir a los insultos raciales. En parte esta conducta tiene que ver con un carácter defensivo frente al otro, competidor laboral, por las mujeres o el prestigio social, fenómeno cuasi universal. Por otro lado, la comunidad científica también contribuyó sustentando las diferencias “raciales” con argumentos modernos.