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Muchas etapas de nuestra historia política reciente impusieron ideas dominantes, válidas "porque sí", repetidas hasta el cansancio, hasta que fueran finalmente aceptadas por porciones mayoritarias de la sociedad. Siempre justificaron intenciones distintas a las declamadas. Como ejemplos, durante la dictadura, "lo producido por la industria nacional era siempre malo y lo importado era siempre bueno". En los 90, "las empresas en manos del Estado siempre tenían que estar mal administradas y, cuando fueran privatizadas, pasarían a funcionar siempre maravillosamente".
En la actualidad, todos nuestros conflictos parecieran resumirse en la lucha entre la no política, mayoritariamente integrada por CEO y empresarios que con repentina vocación patriótica han decidido hacer "lo que es bueno para la gente", y la política o los políticos, que "son siempre populistas, siempre corruptos, siempre ineficientes". En síntesis, un conflicto entre "los buenos" y "los peronistas".
Curiosamente, a fines de 2008, Elisa Carrió afirmaba: "No hay Coalición Cívica sin peronistas, sobre todo porque ese pueblo peronista está siendo humillado por este Gobierno mediante el clientelismo. Amo a Evita". Más cerca en el tiempo, en mayo de 2015, María Eugenia Vidal decía: "Me siento muy cerca de los ideales que encarnaron Eva y Juan Domingo Perón. Ellos plantearon un cambio cultural muy profundo". Y no hace tanto el presidente Mauricio Macri expresaba, al inaugurar el monumento a Perón (junto a Hugo Moyano y Eduardo Duhalde): "El peronismo es justicia social, luchar por igualdad de oportunidades, por la pobreza cero en la Argentina. Ese es el peronismo que yo reivindico". Yo también. Entre muchas otras razones más.
No tengo motivos para dudar de la honestidad intelectual de ninguno de ellos respecto a sus más o menos recientes afirmaciones. Ni que entonces los haya guiado oportunismo alguno. Es probablemente ahora donde la oportunidad los impulse a identificar al peronismo con "el responsable de todas nuestras desgracias".
Pero ¿si no está mal decir que se es un poco o bastante peronista, estará mal ser peronista de verdad? ¿El peronismo es bueno o es malo para la Argentina?
A mi juicio, los principios y los objetivos del peronismo permanecen inalterables: promover la unidad de los argentinos, impulsar el crecimiento de la producción, devolverles a millones de argentinos la dignidad del trabajo, trabajar seriamente en la eliminación de la pobreza y la indigencia, devolverle a nuestro país su papel en el concierto de las naciones del mundo, construir fábricas, escuelas, hospitales, rutas, puentes, puertos, viviendas.
¿Que es imprescindible reducir el déficit fiscal? ¿Que no podemos gastar más de lo que producimos? ¿Que es fundamental iniciar una etapa de crecimiento y desarrollo? Por supuesto que sí. Nadie duda de eso ni de muchas otras problemáticas que hoy presenta nuestra Argentina. La diferencia es que nosotros creemos que debe hacerse pensando también en los argentinos y las argentinas. En todos.
Cuando regresó al país, Perón sabía qué Argentina pretendía. Su último mensaje en la apertura de las legislativas de 1974 lo definía claramente. Más de cuarenta años después, quienes creamos en la necesidad de la renovación, la refundación o la reconstrucción del peronismo deberemos demostrar que tenemos capacidad de llevar adelante su legado en un mundo y un país diferentes. Este tiempo es otro. Nos reclama cambiar para evolucionar, reconociendo errores y dejando atrás modos de hacer política que se fueron alejando de la gente y sus necesidades. Es imprescindible reconstruir las ideas y las propuestas antes que las ofertas electorales. Definir para qué, cómo, cuándo. Y comenzar a hacerlo ahora.
En octubre de 2019 habrán pasado más de 45 años de aquel mensaje. Para volver a ser gobierno, como lo hiciera el líder radical de entonces, esta vez somos los peronistas quienes deberemos saltar la tapia de nuestras propias limitaciones para reencontrarnos con el camino hacia una Argentina grande y un pueblo feliz.
No tengo dudas de que lo vamos a lograr.