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“La autonomía y el emprendimiento esconden grandes dificultades para las personas. Hoy es mal visto alguien que no quiera ser proactivo y que prefiera estar más tranquilo o más estable”, dice Álvaro Soto, sociólogo organizacional de la UAH. “Nadie diría que la autonomía, la libertad y el emprendimiento son malos, pero detrás de eso se acumula tensión, sufrimiento y soledad”.
Soto se dedica a investigar la subjetividad del trabajo flexible, analizando las tensiones que sufren quienes tienen autonomía laboral.
“Puedo trabajar en short, voy a buscar a mis hijos al colegio, manejo mis tiempos, me siento libre; pero estoy solo. O soy súper autónomo, pero a la vez tengo siempre el temor al vacío, a lo que pasará mañana, vivo en la incertidumbre. O soy libre, pero siempre estoy conectado a la pega, trabajo a las once de la noche, los fines de semana”, ejemplifica Soto.
Uno de los grandes riesgos, según Soto, es que al trabajar solos las personas terminan asumiendo toda la carga del trabajo, por lo que la realización y la felicidad que éste causa puede verse abatida por el sufrimiento y el desgaste.
“En el mundo del trabajo actual se tiende a esconder el sistema y sólo miramos individuos, y al solo mirar individuos ellos quedan responsables de toda la carga, no hay dónde volcar la crítica, la tensión y el conflicto. Hay que mirar el sistema y no sólo a los individuos”, explica Soto.
Pero incluso hay un riesgo mayor, que es el debilitamiento del individuo. “La ausencia de las relaciones colectivas de trabajo impiden las construcciones de los individuos. Somos actores sociales, necesitamos relacionarnos con otros. Lo que uno es en el trabajo se construye cotidianamente en la relación con los jefes, los pares, los clientes. Es una negociación con uno mismo y con los otros, donde se cruza la mirada personal con esa mirada colectiva. El trabajo sigue siendo la construcción del corazón del individuo contemporáneo”.
Explicación:
y dame corona