• Asignatura: Historia
  • Autor: blabca882
  • hace 6 años

● En familia, lee y comenta La Leyenda de a Flor de Mburukuja.

● Representa a través de un texto o imagen La Leyenda del Mburukuja.

● Escribe las emociones y/o sentimientos que ha producido en ti la lectura.

(mínimo una carilla y puedes usar recursos literarios).​

Respuestas

Respuesta dada por: nilda230
13

Respuesta:

Mburucuyá era una doncella española, blanca y linda, llegada a tierras guaraníes con su padre, un capitán.

No era Mburucuyá su nombre cristiano, sino el que dábale quien bien la amaba furtivamnte: un cacique guaraní.

No era raro hallar falta de lógica en esta clase de amores, y son muchos los romances, poemas y tradiciones, ya anónimos, ya de celebrados poetas, y cuyo espíritu fórmalo uno de estos amores, desventurados siempre...

Mburucuyá y su amante veíanse a escondidas del capitán español que, como buen creyente y buen soldado, no hubiése jamás permitido que su hija desposase con un hereje y un enemigo.

Más llgó un instante fatal para los desventurados amantes. El padre de ella ya había escogido quién de entre los suyos deseaba que fuese su marido: un bizarro capitán que la amaba y la requería con tesón, aunque de ella solo hubiese obtendio desdenes.

Mburucuyá se negó a aceptarlo, y no valieron razones. Frente a todas, ella oponía la indemostrable razón de no amarlo, más aqullo desesperaba al viejo capián, de suyo despótico y autoritario por principio.

Y Mburucuyá fué aún más desdichada que antes, pues si solo una presunción de negativa la había obligado a ocular sus amores, ahora segura estaba de que el saberlos irritarla a su padre.

Y los desdichados amadores veíanse cada vz más de tarde en tarde, a escondidas y cuando la noche arrojaba sombras en torno a la foraleza española.

Ella no podía salir noche tras noche, pues no lograba burlar la vigilancia paterna, pero él, siempre estaba fuera atisbando las sombras, claras para sus ojos de aborigen, y sólo al apuntar l rojo disco del sol, íbase sin verla, más confiando antes a la brisa algunos melancólicos sonidos de su rústica flauta de caña.

Pero una noche dejaron de oírse los melancólicos sonidos... Ella lo buscó a la noche siguiente, más en vano. Pensó, entonces, que estuviera herido, que hubiese luchado con alguna fiera del bosque, jamás que la pudise olvidar. Pero el indio amante no aparció más y Mburucuyá no volvió a escuchar los sonidos melancólicos de su flauta rústica.

Y desesperábala la angustia de lo desconocido, tornóse pálida y ojerosa, triste su mirar, muda su expresión dolorosa qu a nadie podía hacer partícipe de su pena de amor, más bárbara por esto quizás, que ya se sabe lo dados a la confidencia que son quienes por amor gozan y padecen.

Y al fin una tarde, ya al morir el sol, en que ella, como si aún aguardase, staba mirando a lo infinito, sola y muda, de entre los matorrales cercanos se irguió la figura rara de una india vieja.

Y habló a Mburucuyá.

Aquella india era la madre deel que bien la amaba, y venía a narrarle su triste destino: Había sido asesinado por el padre de ella. Seguramente el capitán, sorprendiendo sus amores, creyera qu la muere fuese lo único capaz de separarlos.

Pero mal pnsó su corazón duro, porque Mburucuyá fuése tras la india, donde los restos mortales del asesinado reposaban: una tumba aérea, según era costumbre guaraní, perdida en un abra del bosque y tan solitaria que sólo el fúnebre pájaro urutaú rondaba en torno y dábale el áspero concierto dee sus chirríos.

Loca de dolor, cavó en ella una ancha fosa, depositó allí el cuerpo del que por su amor muriera, y sobre él hendióse el corazón, sangrantee ya antes de ser herido, con una flecha qu en días mejores su amante le había regalado. Y el primor de la industria indígena, la pequeña flecha de plumas, quedó sobre el corazón de la muerta como una flor exótica de él brotada.

La vieja india, según antes se lo indicara Mburucuyá, ancargóse de dar tierra a los cuerpos, y ella, asombrada, fue la primera en ver, tiempo despuś, cómo de aquella sepultura brotaba una planta hasta entonces no vista, de hojas verdes, flores encarnadas y azules, frutos anaranjados y de rojo corazón, y cómo esa planta subíase por los viejos árboles de la selva y los engalanaba, y hasta ya podrecidos, aferrábase a sus troncos y ramas brindándoles amorosamente el milagro de su juvenil hermosura.

Aquella planta era el mburucuyá, y sostienen los actuales comarcanos de la selva y el río, qué si en ella se ven los atributos de la pasión de aquel que murió por el amor de ellos, es porque Jesús aprobó el sacrificio de la doncella, que el amor todo lo annoblece y purifica

si te ayude dame coronita


lizorue210: Mucho texto pero gracias
lizorue210: me iso doler toda la mano
ramonarodas6: tambien a mi
Respuesta dada por: solsianahi
22

Respuesta:

● En familia, lee y comenta La Leyenda de la Flor de Mburukuja.  

Ya les comente a mis familiares sobre La Leyenda de la Flor de Mburukuja y les pareció muy interesante.

● Representa a través de un texto o imagen La Leyenda del Mburukuja.  

Mburukujá no era su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado un aborigen guaraní a quien ella amaba en secreto y con el que se encontraba a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. En realidad, su padre ya había decidido que ella desposara a un capitán a quién él creía digno de obtener la mano de su única hija.

Cuando le revelaron los planes de matrimonio, la joven suplicó que no la condenaran a consumirse junto a un hombre que ella no amaba, pero sus ruegos solamente lograron encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsolada, tratando de conmover el inflexible corazón de su padre, pero el viejo capitán no sólo confirmó su decisión sino que además le informó que debería permanecer confinada en la casa hasta que se celebrara boda.

Mburukujá debió contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación, ya que no estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograba burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, envió a una criada de su confianza para que lo informara sobre su triste futuro.

El joven guaraní no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla. Durante horas vigilaba el lugar, y sólo cuando se percataba de que los primeros rayos del sol podían delatar su posición se retiraba con su corazón triste, aunque no sin antes tocar una melancólica melodía en su flauta.

Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre. Pero una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado. Imaginó que el joven guaraní podría estar herido en la selva, o que tal vez había sido víctima de alguna fiera, pero no se resignaba a creer que hubiese olvidado su amor por ella.

La dulce niña se sumió en la tristeza. Su piel, otrora blanca y brillante como las primeras nieves, se volvió gris y opaca, y sus ojos ya no destellaron con hermosos brillos violáceos. Sus rojos labios, que antes solían sonreír, se cerraron en una triste mueca para que nadie pudiera enterarse de su pena de amor. Sin embargo, permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días vio entre los matorrales cercanos la figura de una vieja india. Era la madre de su enamorado, quien acercándose a la ventana le contó que el joven había sido asesinado por el capitán, quien había descubierto el oculto romance de su hija. Mburukujá pareció recobrar sus fuerzas, y escapándose por la ventana siguió a la anciana hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado. Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado confesó a la anciana madre que terminaría con su propia vida ya que había perdido lo único que la ataba a este mundo. Tomó una de las flechas de su amado, y luego de pedirle a la mujer que una vez que todo estuviera consumado cubriera sus tumbas y los dejara descansar eternamente juntos, la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado.

La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá, pero cumplió con su promesa y cubrió la tumba de los jóvenes amantes. No pasó mucho tiempo antes de que los indios que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol, como si el nuevo día le diera vida.

Nota: Los jesuitas, identificaron la flor del Mburucuyá con los atributos de la pasión cristiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron al Jesús en el Calvario. Y en los rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Esta flor tan singular, se cierra como si se marchitara al ponerse el sol, y se abre cobrando su brillo natural cuando amanece.

● Escribe las emociones y/o sentimientos que ha producido en ti la lectura.  

Me gustó mucho la lectura como una joven hace lo que sea para poder estar con su amado como los dos luchan por su amor y además hay muchos sentimientos en esta lectura amor, tristeza, angustia y dolor


fergonzales7828: gracias
nayelynahyara07: graciaas
marcia179ocampo: gracias
marcia179ocampo: gracias
ng713770: tu heres mi regalo mas bonito con tigo quiero casarme y que tengamos un muchachito y a si a si se tratan todas las mujeres tu puedes tener quinientas pero solo una te quiere
Preguntas similares