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Ahora que el virus del zika está causando alarma en América Latina por el aparente riesgo de microcefalia en recién nacidos, la discusión sobre los riesgos del cambio climático en la salud está más presente que nunca.
La Organización Mundial de la Salud estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico.
Las condiciones climáticas tienen también gran influencia en las enfermedades transmitidas por el agua o por los insectos, caracoles y otros animales de sangre fría. Y es probable que los cambios del clima prolonguen las estaciones de transmisión de importantes enfermedades generadas por vectores y alteren su distribución geográfica.
Por ejemplo, el paludismo depende mucho del clima. Transmitido por mosquitos del género Anopheles, este mata a casi 600.000 personas cada año. Tampoco es un secreto que los mosquitos del género Aedes, vector del dengue, son también muy sensibles a las condiciones climáticas. Según la OMS, dos quintas partes de la población mundial vive en riesgo de ser infectada por dengue y más de 100 países han sido afectados por epidemias de este virus o de dengue hemorrágico. Los estudios al respecto llevan a pensar que es probable que el cambio climático continúe aumentando el riesgo de transmisión de este virus.
Ya el Atlas de la Salud y el Clima, lanzado por la OMS y la Organización Meteorológica Mundial en el 2012, había advertido que América Latina era una región particularmente vulnerable a la proliferación del dengue por la combinación de factores como la prevalencia de la enfermedad y las alteraciones climáticas producidas por el calentamiento global.
El Atlas muestra que la incidencia de dengue en América Latina desde el norte de México hasta el extremo sur de Brasil y también presenta mapas que muestran la relación entre clima y salud humana en situaciones de emergencia como sequías e inundaciones y cuando existen alteraciones medioambientales como calor extremo, polen, radiación y contaminación.
El Aedes aegypti ya está presente en la región, pero el calentamiento global potencia que se extienda el límite geográfico al que se le puede encontrar. Por ejemplo, una investigación publicada en The American Journal of Tropical Medicine and Hygiene reveló la presencia del mosquito en comunidades mexicanas ubicadas a una mayor altura de su rango típico, como el caso de Puebla, asentada en los 2100 msnm.
Conocer esto y adaptarnos es la mejor herramienta para enfrentar los efectos que tendrá el cambio climático en la salud. En cuanto al Aedes aegypti, ya sabemos la importancia de eliminar sus criaderos tanto en hogares, como en áreas públicas e industrias. Esto implica un manejo adecuado del agua y de los residuos sólidos, algo que de por sí debiera hacerse para evitar problemas ambientales y otras complicaciones de salud.
El recuento de casos solo del virus del zika crece cada día y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) considera que el virus acabará llegando a toda Latinoamérica.