Respuestas
Respuesta:
“MIS propios errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí. Me he entumecido y he quedado aplastado hasta grado extremo”, escribió el salmista David (Salmo 38:4, 8). Aunque sabía lo abrumadora que es una conciencia culpable, halló consuelo para su atribulado corazón. Comprendía que Dios odia el pecado, pero no al pecador que lamenta sinceramente su mala conducta y la rechaza. Por ello, con total confianza en la disposición divina a apiadarse del arrepentido, exclamó: “Tú, oh Jehová, [...] estás listo para perdonar” (Salmo 86:5).
2 Cuando nosotros pecamos, seguramente también sentimos el peso aplastante de la conciencia dolida. Es un remordimiento saludable, pues puede movernos a dar los pasos debidos para corregir los errores. Sin embargo, existe el peligro de ahogarse en la culpa. El corazón pudiera condenarnos, obsesionado con la idea de que Jehová no nos perdonará, sin importar lo arrepentidos que estemos. Si nos ‘traga’ la culpa, Satanás tal vez se aproveche y nos incite a darnos por vencidos y a creer que Dios nos considera inútiles e indignos de servirle (2 Corintios 2:5-11).
3 ¿Ve Jehová los asuntos así? De ningún modo. Perdonar es una faceta de su inmenso amor, y él nos asegura en su Palabra que está dispuesto a hacerlo siempre que demostremos arrepentimiento verdadero (Proverbios 28:13). Algo que nos ayudará a no considerar inalcanzable su perdón será examinar por qué lo concede y de qué manera.
Explicación: