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Edward Said en la introducción a su libro El mundo, el texto y el crítico (2013 [1983]) plantea que
los libros, al estar sumergidos dentro de una cultura específica, se alimentan de ella. Es decir, que
si bien son narraciones ficticias, al ser “mundanas” no pueden escapar al espacio y el tiempo en el
que son producidas. Esto tiene una implicación importante para el análisis sociológico de las
novelas, significa que, así una producción literaria no contenga entre sus páginas ni siquiera un
atisbo mínimo de un fenómeno real, entendiendo por esto un hecho constatable históricamente,
algo de lo que está contando a lo largo de sus páginas hace alusión a pensamientos, ideologías y
posiciones políticas y sociales de un contexto determinado. Este planteamiento no se lo inventa
Said, por el contrario, viene de una escuela mucho más antigua, Gyorgy Lukács, en una serie de
ensayos que fueron escritos a principios del siglo XX, pero que solo fueron copilados y publicados
hasta 1968 en el libro Sociología de la literatura (1968) asegura que las obras literarias son
sociológicamente pertinentes en la medida en que dan cuenta de una colectividad que incide en la
individualidad. Es decir, no se puede entender al autor como un ente separado de la sociedad y de
la cultura, sino que debe verse como un individuo cuya producción dialoga con su entorno
inmediato. Goldmann (1971) retoma esta idea de su maestro –es discípulo de Lukács- y la
amplifica argumentando que los estudios sociológicos de la literatura se sitúan por encima de los
Freudianos, en la medida en que entienden el texto como una producción en sí misma que refleja
lo colectivo a través de lo individual, criticándole a las aproximaciones psicológicas que están
intentando “psicoanalizar” a un sujeto ausente.
Explicación:espero que te ayude