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1: que ocurrio con el poder real en el feudalismo fundamentada: Feudalismo es la denominación del sistema político predominante en Europa Occidental de los siglos centrales de la Edad Media (entre los siglos X y XI, aunque no hay acuerdo entre los historiadores sobre su comienzo y su duración, y esta varía según la región), y en la Europa Oriental durante la Edad Moderna, caracterizado por la descentralización del poder político; al basarse en la difusión del poder desde la cúspide (donde en teoría se encontraban el emperador o los reyes) hacia la base donde el poder local se ejercía de forma efectiva con gran autonomía o independencia por una aristocracia, llamada nobleza, cuyos títulos derivaban de gobernadores del imperio carolingio (duques, marqueses, condes) o tenían otro origen (barones, caballeros, etc.).
ESPERO TE SIRVA
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La Monarquía y el Catolicismo son los dos grandes elementos de la nacionalidad
española; fuera de estos grandes elementos, todos los afanes serían vanos para fijar
nuestra unidad nacional. La Monarquía y el Catolicismo son las únicas formas con que
nuestro pueblo comprende el Poder, con que nuestro pueblo expresa el sentimiento
religioso. La Monarquía y el Catolicismo están escritos en nuestras legislaciones, han
inspirado nuestra literatura y nuestras artes, han sido nuestro grito de guerra en los
combates, han venido mezclados con nuestras tradiciones, han dado a nuestro carácter
los dos tintes que lo distinguen, la severidad y la hidalguía, son el basamento de
nuestras creencias sociales. La Monarquía y el Catolicismo son el compendio de los
principios conservadores. La Monarquía y el Catolicismo son la barrera levantada para
detener las corrientes revolucionarias. La Monarquía y el Catolicismo son la síntesis
conciliadora del orden y la libertad. Así, pues, estas dos grandes creencias nacionales no
pueden ser puestas en tela de discusión siquiera, cuando se reforman las leyes
fundamentales de nuestra patria.
Porque los Códigos no se hacen para contradecir las grandes, las profundas
creencias de los pueblos, sino para rendirles homenaje proclamándolas con su sanción.
Porque lo que en su desvanecimiento no hacen los pueblos cuando el vértigo
revolucionario les agita, no deben hacerlo los legisladores cuando ha llegado la hora del
reposo. Porque en las leyes deben describirse y regularizarse, nunca contrariarse, los
hechos sociales; aquellos sobre todo que arrancan de nuestros sentimientos más íntimos,
aquellos que, porque son honestos, son legítimos y respetables.
La creencia monárquica, la creencia católica: he aquí los dos poderosos estribos
de nuestra unidad nacional, de esta unidad, que es ya el único elemento de fuerza que
nos resta de nuestro pasado asombroso poderío. Y si duda pudiese quedarnos de esto,
baste considerar, para desvanecerla, que la Monarquía y el Catolicismo son la Religión
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