Respuestas
Al respaldar los candidatos a los diferentes cargos públicos, especialmente a los ejecutivos de municipios y departamentos, debemos hacer el mejor uso de nuestro inmenso poder político, porque al fin y al cabo lo que estamos decidiendo es nuestro propio futuro y el de la sociedad a la cual pertenecemos. Una vez hayamos depositado el voto, no podemos retroceder. Mucho de los que se haga o deje de hacer en los siguientes tres, cuatro o más años en la respectiva entidad territorial, está determinado por el grado de conciencia electoral depositado en las urnas, en ese momento sublime de encuentro con nosotros mismos, es decir, con los principios y valores éticos y morales, cualidades físicas y espirituales que nos hacen únicos en el universo. Como no podemos inculpar a los demás de nuestros propios actos, lo mejor es que cuando vayamos a votar tengamos presente, en primer lugar las calidades, capacidades y experiencias demostradas por el candidato a elegir.
Respuesta:
A lo largo de la historia el ser humano ha intentado encontrar la mejor forma de que una sociedad sea representada, debido a que la vida en comunidad conlleva al establecimiento de reglas y con ello a una forma ordena de convivir. Una de estas reglas que se estableció desde que el hombre y la mujer cohabitaron en el mismo espacio fue el buscar y designar a un líder que guiara el quehacer cotidiano de la comunidad y, con ello, que ayudara a dar respuesta a los problemas que se llegaran a presentar.
Sin embargo, el pasar de los siglos y la visión cada vez más egocéntrica de la vida conllevó a que los deseos de uno fuera el quehacer de todos. El despotismo que caracterizó a los gobiernos monárquicos de los siglos XI al XVIII, así como a los modelos más actuales de totalitarismo han llevado a la sociedad a pugnar por una representación democrática, en donde aquél que los dirija sea el más capaz y que realmente de solución a los problemas que la comunidad tenga.
Las elecciones, por lo tanto, pueden ser entendidas como el primer intento formal por romper con la irrisoria manera de colocar a los dirigentes nacionales – entiéndase, monarcas – o con esa forma barbárica de tomar el poder y dejar al pueblo sin brazos ni piernas – es decir, las dictaduras militares-. Importante resulta subrayar que las elecciones no son sinónimo de democracia, pero son la puerta hacia una vida democrática, la ventana hacia la elección de quien debe dirigir al pueblo, el espacio por el cual el ciudadano puede y debe exigirle a su representante que atienda a sus llamados, y una forma en que la élite gobernante y el ciudadano entran en contacto y crean una relación de intercambio positivo.
En resumen, la importancia de las elecciones recae en la poderosa acción que se le concede al ciudadano – hombre, mujer, rico, pobre, negro, blanco, moreno, indígena, etc. - de elegir al gobernante y que no sean los dioses o las armas quienes lo hagan. Las elecciones son la espada de la sociedad, la puerta que se abre para crear instituciones democráticas y, actualmente, la mejor forma para que el ser humano busque y encuentre representación.