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Mi abuela paterna alcanzó aquellos tiempos, los más venturosos de la familia de los Gómez de Pomar.
No se 20 detuvo en parte alguna, y en cuanto entregó la cesta a su abuela querida, emprendió su viaje de regreso.
Eran los abuelos más remotos de la navegación mediterránea, los primeros capitanes conocidos por la Historia que habían transpuesto las columnas de Hércules, lanzándose á través del Atlántico misterioso.
Su abuelo materno, Hernando de Mendoza, se había establecido en la Nueva España, tal vez buscando la protección del primer virrey, el benemérito Don Antonio de Mendoza, que era su pariente.
El molusco era nuestro abuelo venerable, el jefe de la casa, el creador de la dinastía, el antecesor, cargado con una nobleza de millones de siglos... Estas ideas resucitaban ahora en Febrer, con la frescura de verdades indiscutibles, al contemplar los seres inmóviles y rudimentarios encerrados en su caparazón, agarrados a las rocas, debajo de sus pies, en las profundidades del verde cristal tembloroso entre los escollos.
--La cosa se sale tanto de las conveniencias...--murmuró la pobre abuela consternada.--En verdad, no sé si estáis locas o si soy yo la que no está en el movimiento de ideas moderno... ¡En qué siglo vivimos!...
Reía con salvaje complacencia, y en sus labios de rojo obscuro parecía despertar temblona la ferocidad de los gloriosos abuelos, que habían considerado la caza del hombre como el más noble de los ejercicios.
A su señor abuelo le conocían todos en la isla y con todos hablaba, pero guardando una gravedad que imponía respeto a las gentes sin alejarlas. ¡
--Seguramente--apoyó la abuela muy satisfecha.
Encontrándose en presidio, se comprendía que mi orgullosa abuela prefiriese darle por muerto.
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