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Respuesta:
E l
l 2 de mayo de 2002, en el municipio de Bojayá-Chocó, en medio de un
enfrentamiento armado entre las Farc y las autodefensas, fue lanzada una
pipeta de gas que estalló en la iglesia del municipio, ocasionando la muerte
de 119 personas, otras tantas heridas y el desplazamiento a la ciudad de
Quibdó de 889 familias (4.284 personas), provenientes de diversas comunidades de
la región.
El enfrentamiento armado continuó aún después del estallido de la pipeta, por
lo que la población debió huir hacia la capital del departamento sin “empacar”, sin
enterrar a sus muertos, sin realizar sus rituales de despedida. En septiembre, cuatro
meses después de hablar como “desplazados de la guerra”, la población regresa a
Bojayá; volvieron acompañados de promesas de justicia y de reparación, gracias a
las cuales tendrían un pueblo nuevo, con nueva escuela, polideportivo y centro de
salud, un pueblo con fuentes de empleo, un pueblo seguro y protegido por las fuerzas
armadas del Estado.
Volvieron para hacerle frente a los fantasmas, para reencontrarse con sus
ancestros y con sus muertos, para reconciliarse con su territorio, para limpiarlo y
sanarse con él. Sin embargo, tres años después del regreso no hay pueblo nuevo, no
hay escuela, ni hay trabajo; tres años después los acompañan más personas desplazadas
que siguen huyendo de la guerra. Los acompaña el miedo, la incertidumbre y la rabia
que generan tanta promesa incumplida. Tres años después los muertos también se
encuentran esperando.
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